viernes, 29 de diciembre de 2017

Los Ojuelos de Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real)


      Los Ojuelos de Villarrubia es una zona esteparia con humedales, antiguamente drenados, sobre suelos salobres y arenosos que proporcionan unos poco comunes nichos ecológicos, sobre los que viven  comunidades vegetales unas específicamente adaptadas a ellos. Los últimos restos de vegetación natural están desapareciendo rápidamente, dado el actual aprovechamiento intensivo del terreno, la ausencia de voluntad por cumplir la legislación ambiental y la cicatería de la administración a la hora de proteger espacios o ampliar el colindante Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.


      Estamos en el borde noroccidental de la gran llanura manchega que limita a poca distancia con los Montes de Toledo, a cuyos pies se encuentra Villarrubia de los Ojos que marca el contacto entre esas grandes unidades estructurales. Por debajo de este pueblo, el canalizado río Gigüela con su Madre Chica. Los Ojuelos se encuentran poco más al sur, en el contacto entre el área fluvial del Gigüela y el borde nororiental de la plataforma caliza manchega, aquí desmantelada parcialmente por la acción fluvial del río.

Los antiguos manatiales de los Ojuelos y la acutual red de drenaje (Oscar Jerez)

      La plataforma caliza y algunos pequeños montes isla, aparecen al sur y oeste de los Ojuelos y está formada por costras calizas que coronan margas y calizas pliocenas. El resto del terreno son formaciones cuaternarias fluviales de una red poco competente que dejó en sus fondos de valle, playas húmedas de suelos limo-arcillosos con materia orgánica, y playas secas, con limos salobres y lentejones de yeso.

Isleo arenoso amarillo en medio de la grisácea llanura salobre del Gigüela

      Esta red fluvial ha estado sometida a fuertes variaciones y, a finales del plioceno, fue capaz de acumular gran cantidad de sedimentos arenosos, en lo que hoy es el Parque Nacional y que posteriormente, con la acción del viento, bajo un clima y ambiente más estepario aún, dio lugar a formaciones de dunas y mantos arenosos, cuyos restos encontramos hoy en día en sus bordes sur y oeste, y más someros, ya en su interior.

Zona de arenas con su vegetación característica

      Estamos en la llanura de inundación del Gigüela, ambiguamente separada por formaciones aluviales del ámbito de los antiguos Ojuelos, un área de manantiales con sus tortuosos cauces, cuyas aguas dulces tenderían a marcar depresiones someras por la disolución de las calizas, yesos y sales del suelo. Hace menos de dos años, ya comenzado el actual periodo seco, para sorpresa de todos, comenzaron a rellenarse de agua los puntos más deprimidos de los Ojuelos, cuando en el centro de la cuenca el nivel del acuífero ya había bajado más de un metro en lo que, de haber continuado ese ciclo lluvioso, hubiera hecho circular las aguas como lo hiciera en el pasado, lo que da una idea de la vulnerabilidad de estos terrenos.

Hace pocos meses surgieron pequeños manantiales en varios puntos de los Ojuelos

      En tiempos pasados esos manantiales de aguas dulces de los Ojuelos, debieron ser menores pero parecidos a los cercanos y también defenestrados, Ojos del Guadiana, luego los numerosos y divagantes arroyos creados por su flujo, contactaban con el Gigüela, río salobre y de cauce sumamente variable que haría de esta zona, un área de difícil explotación agrícola por lo que tuvo un uso ganadero, corroborado por la existencia a lo largo de los siglos XVII y XVIII de la originaria ganadería de toros bravos de la seminal raza “jijona” que a mediados del XIX se traslada a Madrid, probablemente por problemas con los agricultores que ya comenzaron a drenar este lugar, por medio de la construcción de grandes zanjas o “chorreros”.

Uno de los Ojuelos, sin agua desde hace mucho

      Estos terrenos también se aprovecharon como yeseras, lo que supuso la excavación de amplias y someras cubetas para extraer el material que era transformado in situ. Para mediados del S.XX los Ojuelos ya están drenados y el golpe definitivo llegará con la canalización del Gigüela que convierte el río en un canal profundizado que contribuye a rematar los últimos humedales.

Depresión originada por la antigua extracción de yesos

   A partir de entonces los escasos aprovechamientos agrarios (viña, herbáceos y almendro), dada la mala calidad agraria de estos terrenos, fueron decayendo. Las áreas menos fértiles o manejables quedaron para el pastoreo y así han permanecido, más o menos, hasta el inicio de la crisis económica de 2007. A partir de entonces mucho dinero, antes en el sector de la construcción, parece invertirse en tierras, aumentando la especulación, la extensión de los incendios provocados y la implantación de pistachos y almendros, marcando el declive de los últimos retazos de naturaleza silvestre en este lugar.

Area hace poco  importante y ahora totalmente arrasada por incendios y paso de ganado (Oscar Jerez)

      El parcelario es muy irregular, alternando zonas de pastoreo con viejas o nuevas parcelas agrícolas, áreas recién removidas para el cultivo o almacenamiento de materiales, un campo de tiro, alguna pequeña repoblación de pinos y casillas dispersas. En los bardales y cruces de caminos hay acumulaciones de cascotes y caliches. De manera planificada y regular, a juzgar por lo visto sobre el terreno y por las imágenes de satélite, se quema la vegetación natural de eriales o futuros cultivos, de manera ilegal e impune. Posteriormente se plantan almendros o viñas. Los abundantes carteles de venta de terrenos indican la especulación reinante.

Dimensión y precisión en la quema de la vegetación natural muestran su clara intencionalidad

      Solo queda vegetación natural en las áreas marginales, parcelas comunales y en las áreas de topografía adversa, como la recortada por las extracciones de yeso, y a pesar de su lamentable estado general, pues solo una quinta parte de su superficie está poblada con lo que queda de su variada vegetación natural, ésta muestra una clara concordancia con la variabilidad y especificidad de los diferentes sustratos. En el ámbito de los Ojuelos, se pueden establecer cuatro zonas de litología y vegetación muy distinta que es lo que contribuye a hacer tan especial y rica esta zona.

Pastizal efímero de Frankenia pulverulenta, oscuro contrastanto con Hordeum marinum

1.- El área occidental de influencia halófila que va desde la depuradora de Villarrubia a los límites del Parque Nacional. Coincide con la llanura de inundación de lo que fueron hasta 1970, las “Tablas de Villarrubia”, aunque también hay pequeñas áreas puntuales en el interior de los Ojuelos. Cerca de la depuradora, aparecen saladares con una muy completa vegetación halófila que va perdiendo componentes y riqueza, según nos acercamos al Parque Nacional, bien por la roturación de las tierras o por la influencia de las periódicas inundaciones.

La laguna salada de La Lagunilla muestra los restos de su antigua casa de baños

    Están presentes prácticamente todas las comunidades vegetales del saladar. En las áreas más claramente salinas, cerca de la depuradora, en el área de la Lagunilla y en la inmediata vecindad del Parque Nacional, aparecen pastizales vivaces crasicaules, el almarjal de Suaeda vera, aunque algo fragmentado. Escasa, pero en varios puntos, aparecen la comunidad de Microcnemum coralloides, más abundantes son los ralos céspedes de Parapholi incurvae-Frankenietum pulverulentae y más aún los juncales salinos, los pastizales de Puccinellias o de Hordeum marinum, con especies como Blackstonia imperfoliata, Centaurium tenuiflorum, Crypsis schoenoides, Juncus subulatus, J. gerardii, J. maritimus, J. acutus, Scirpus maritimus, Linum maritimum, Plantago maritima,  Puccinellia fasciculata, Schoenus nigricans, Sonchus crassifolius, S. maritimus,  Sphenopus divaricatus., Suaeda spp.,etc.

Saladar con abundante Plantago maritima

2.- El albardinal o sus restos, ocupan el área más esteparia y de suelos limosos del interior de los Ojuelos, sobre suelos grisáceos con una cierta influencia salina e hidromorfía en la vecindad de chorreros y depresiones. Esta vegetación esteparia varía en función de la salinidad, hidromorfía y del grado de alteración/nitrificación. Muy mermados y quemados reiteradamente, su potencialidad es el albardinal que a provecha estos suelos pobres, secos y salitrosos, aunque actualmente tienen gran extensión, dado su carácter primocolonizador, las praderas con Limonium, fundamentalmente de Limonium carpetanicum y L. costae. Con más humedad aparecen vallicares y fenalares con Brachypodium phoenicoides, Elymus hispidus, E. curvifolius, juncos, Dorycnium gracile, etc., pero si aumenta la hidromorfía entra el carrizo. Especies: Las anteriores y Lygeum spartum, Lepidium cardamines, Senecio auricula subsp. castellanus, Reseda stricta, etc.


3.- Francamente interesante y desconocida, la zona sabulícola de los mantos de arenas del sur y dispersos por el oeste. Aparecen por el sur y el oeste de los Ojuelos, teniendo mayor entidad los primeros, formando largas acumulaciones casi dunares. En el interior de los Ojuelos y en la llanura de inundación del Gigüela, aparecen isleos o manchas someras y dispersas de arenas con áreas de deflación. Actualmente están sometidas a una gran presión y transformación, con la implantación de almendrales y viñedos, mostrando estos últimos, su escaso o nulo desarrollo en las arenas de mayor espesor. Son áreas de caza, pastoreo o cultivos leñosos de viejos almendrales.

Vegetación sabulícola y viejos pies de almendro

   En estas arenas aparece la vegetación psammófila muy visible en el ámbito de los terófitos (pequeñas hierbas anuales), englobadas en el orden Malcolmietalia con especies como: Erodium aethiopicum, Helianthemum ledifolium, Hipochoeris glabra, Jasione blepharodon, Linaria spartea, Loeflingia hispanica, Malcolmia triloba, Ornithopus sativus subsp. istmocarpus, Polycarpon tetraphyllum, Rumex bucephalophorus, Scabiosa simplex, Senecio gallicus, Silene conica, Vulpia spp., etc. Más llamativa es la vegetación vivaz, siendo dominantes Artemisia campestris subsp. campestris y Rumex roseus, a las que se unen Alkanna tinctorea, Biscutella valentina, Ononis natrix, etc.

 
Vegetación sabulícola sobre el arenal

4.- El área caliza de la cobertera neógena manchega, aparece en el borde sur de los Ojuelos y en promontorios aislados en los bordes orientales de la llanura de inundación. Son las áreas más elevadas y agrícolas, muy cultivadas con viñedos y con restos de encinar manchego, aunque con su vegetación serial algo alterada y poco variada que también aparecen en arenales adosados o superpuestos, a estas lomas.

Salicornias y Suaeda splendens al borde del carrizal de la vega del Gigüela

A parte es esas cuatro zonas, puntual o linealmente, aparecen comunidades freatófilas que a nivel arbórea tienen los escasos restos de olmedas y alamedas blancas, pero más tarayales salinos que en la vecindad del Parque Nacional, forman buenos bosquetes. Los espadañales aparecen solo en el centro de los canales del Gigüela y Madre Chica; los carrizales también y cerca de las hondonadas con humedad temporal, teniendo un gran potencial de colonización en épocas lluviosas, dada la antigua vocación de estos suelos. Aparece muy puntualmente en algún chorrero la masiega y con menos requerimientos hídricos, los juncales de junco churrero y los salobres de Scirpus maritimus o Juncus maritimus, cuya riqueza, aumenta notablemente ya en el Parque.

Suelos improductivos pero cultivados que tras las aguas se llenan de Lythrum flexuosum

      Es notoria la comunidad de Lythrum flexuosum que alcanza tras épocas de lluvias y el consecuente abandono de cultivos, una extensión superficial desmesurada en las suelos salobres e inundables. A parte de las mencionadas especies aparecen también, Doricnium gracile, Galium verum, Linum maritimum, L. tribracteratum, Oenanthe lachenalii, Oenanthe lachenali, Sonchus maritimus, etc.

Nube de flores de la Gypsophila tomentosa

      La vegetación más acorde al actual momento de alteración y transformación continuada de este lugar, son las cada día más abundantes comunidades de especias nitrófilas de influencia salobre, representadas en el mejor de los casos, por calaminares de Salsola vermiculata, aunque lo normal es que sean comunidades herbáceas de cultivos y cardales variados dependiendo del sustrato. La nitrificación suele dar aquí, sobre suelos salinos, cardales de Sonchus crassifolius; sobre suelos arenosos, Chondrilla juncea, Salsola kali y Tribulus terrestris; sobre suelos limoso-salinos = Salsola vermiculada y Gypsophila tomentosa; sobre suelos higrófilos, cardales de Cirsium monspessolanum y C. pyrenaicum y, sobre suelos agrarios, cardales de Onopordon spp., Centaurea spp., etc. En los últimos años están apareciendo nuevos taxones como Gypsophila pilosa o Zygophyllum fabago.

Pastizal de Imperata cylindrica una excepcionalidad vegetal en medio de la Mancha

      Es muy habitual el ecotono entre las distintas formaciones vegetales, destacando por su rareza y peculiaridad, el existente entre la vegetación sabulícola y los limos, con influencia higrófila y que viene determinada por la presencia de pastizales vivaces de la gramínea de buena talla Imperata cylindrica, abundante pero puntual y diseminada por casi todos los lugares que reúnen estas características, una rareza botánica de los arenales levantinos y andaluces.

Dos plantas protegidas, Linomium junto al ya reseco Senecio auricula

       Casi toda la vegetación señalada, está protegida bajo la Directiva Hábitats de la Red Natura 2000 de la Comunidad Europea, apareciendo en su Atlas de Hábitats (de modo parcial y sin incluir la llanura de inundación y las áreas sabulícolas del sur), y también por la Ley 9/1999 de 26 de mayo, de Conservación de la Naturaleza de Castilla la Mancha donde señala en su Anejo I, la lista de los Hábitats de Protección Especial. Esta última ley prevé la posibilidad de aprobar planes de conservación o de restauración, pudiendo ser declaradas de utilidad pública o de interés social, medidas que podrían y deberían aplicarse en los Ojuelos. De hecho, los arenales deberían estar protegidos automáticamente por cumplir claramente con el Catálogo de Hábitats y Elementos Geomorfológicos de Protección Especial de dicho Anejo I.

Talud adornado por el Lepidium cardamines

      Las comunidades vegetales protegidas presentes en los Ojuelos, son los Bosques galería de Salix alba y Populus alba 92A0, muy puntuales en bordes canal del Gigüela; los Tarayales 92D0; las comunidades Halonitrófilas anuales 1310; los Pastizales efímeros crasicaules (con Salicornia ramosissima, Microcnemum coralloides, Sueaeda spp.), pastizales con Frankenia pulverulenta, las comunidades de Crypsis-schoenoidis  , las praderas de Puccinelllia, las formaciones de castañuela y las praderas anuales de Hordeum marinum; los Almarjales de Suaeda vera 1420; los matorrales halonitrófilos de calaminos; los albardinales salinos y formaciones de Limonium 1510 (Hábitat Prioritario) con especies como Limonium spp. Lepidium cardamines, Lygeum spartum, Senecio auricula, etc.

Comunidad sabulícola vivaz dominada por Artemisia campestris subsp. campestris

      La vegetación sabulícola, tanto la anual de Malcolmietalia 2230 como la vivaz, están teóricamente protegidos, pero al no estar descrita fitosociológicamente no aparece contemplada por la legislación. Esto incrementa más aún la vulnerabilidad de esta vegetación que podría desaparecer en pocos años.
    Las lagunas y charcas temporales mediterráneas 3170 (Lythrum flexuosum, L. tribracteatum, Crypsis schoenoidis, Himenolobus procumbens, etc.); los pastizales xerofíticos vivaces mediterráneos subestépicos 6220 (Thero-Brachypodietea); las herbáceas higrófilas mediterráneas, praderas juncales y vallicares 6420 y puntualmente otras comunidades de interés tienen presencia testimonial pero suficiente como para realzar la amplia gama vegetal de la zona y sus buenas posibilidades de ampliación o regeneración.


Ejemplares de un Limonium de gran talla, probablemente L. costae

      Entre las especies protegidas destacan las más emblemáticas del cada día más escaso albardinal manchego. Lepidium cardamines, catalogado como De Interés Especial (antes En Peligro de Extinción) y que aquí podría tener su mayor población mundial, y Senecio auricula subsp. castellanus catalogado en la Categoría III como Vulnerable y que aquí presenta la localidad más occidental de su área de distribución; también Microcnemum coralloides es puntualmente abundante. En la Categoría IV como De Interés Especial están: Cladium mariscus, puntual en algún chorrero; en los terrenos salobres inundables aparece muy abundante en las épocas idóneas Lythrum flexuosum y son muy abundantes los distintos Limonium, especialmente en la llanura de inundación cerca de La Lagunilla. Otras especies de interés por su rareza en Castilla la Mancha son Centaurium quadrifolium, Frankenia laevis, Glycirrhyza glabra e Imperata cylindrica.

Ralo pastizal lleno del escaso Lepidium cardamines

      Por los altos valores naturales de este espacio, la extensión de los hábitats de interés y especies protegidas, y sus valores geomorfológicos (mantos arenosos y llanura de inundación), es necesaria la protección de parte de la superficie de los Ojuelos de Villarrubia, y lo es más, visto su avanzado estado de deterioro y la celeridad de las transformaciones en el momento actual. 

Viña recién plantada cerca de unos de los últimos olmos de los Ojuelos

     El supuesto valor agrario que parece reinar ahora en las parcelas de estos terrenos, está en clara contradicción con su valor pasado y con las producciones reales obtenidas en un medio tan limitado por sus características edáficas. La reversión de muchos de estos terrenos a su estado natural también tendría productividad desde otros enfoques, bien como área de interés cinegético-ganadero o como área protegida, dedicada a la conservación y preservación de unos ecosistemas que prácticamente han desaparecido de toda la Mancha, a pesar de haber sido de los más extendidos y representativos de esta región española.

Uno de los mayores albardinales de los Ojuelos

        Estas áreas podrían y deberían unirse, para dar más entidad y variedad, al Parque Nacional más pequeño de España, el de las Tablas de Daimiel, así como para conseguir una muestra de los ecosistemas más representativos de la Mancha, gestionados en una sola unidad espacial de protección, aunque en su día desde la Asociación Ojos del Guadiana Vivos, recibieron una propuesta cartografiada y justificada de ampliación del Parque Nacional por el noreste y los Ojos del Guadiana que no contemplaron.

Arenales con el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel de fondo

      Cumpliendo con la Directiva Marco del Agua que protege los ecosistemas fluviales y el amplio lecho de inundación de los mismos, las llamadas “Tablas de Villarrubia” hasta la depuradora de Villarrubia, lo deberían volver a ser en propiedad por ser Dominio Público Hidráulico; con esta área ribereña inicialmente protegida, se le podrían unir, las zonas esteparias y salobres de los Ojuelos occidentales, con sus mantos de arenas y restos de encinar que los separan del Gigüela. Más al este quedan numerosos retales de terrenos salobres, con zanjas de chorreros y yeseras que, dado su nulo valor agrícola y la presencia de comunidades y especies protegidas, también se podrían incorporar al área protegida.

Senecio auricula en la población más occidental de su areal

El área a proteger debe estar concentrada y ser lo suficientemente amplia y significativa. Los ecosistemas más destacables son: los mantos de arenas, la vegetación esteparia y la salobre llanura de inundación del Gigüela. En caso de tener que proteger terrenos puntuales y representativos de cada ecosistema de interés, la figura ideal sería la de microrreserva. En ese caso, como mínimo se debería crear: una para la vegetación sabulícola, una especificidad claramente manchega que no aparece, como si acaso no existiera, protegida en ningún lugar, aunque sí que lo están los importantes, pero poco representativos como manchegos, arenales acidófilos de Velada-Guadyerbas (Toledo) y el levantino de Caudete (Albacete); una para la vegetación esteparia lo suficientemente amplia para incluir los últimos restos de albardinales cercanos al campo de tiro y otra para la vegetación halófila en los saladares cercanos al Gigüela (borde depuradora) y/o La Lagunilla, realzando su valor testimonial como antigua zona de barros medicinales.

Áreas a proteger preferentemente. En azulado, la llanura de inundación del Giguela que deberá ser D.P.H.



jueves, 30 de noviembre de 2017

La Garganta de la Hoz



Hace poco que hice una entrada parecida, sobre otra Hoz en el río Montoro, la de Valdoro en el cordal meridional del valle de Alcudia. Hace años estuve en esta garganta de la Hoz y como de costumbre, me faltó tiempo para recorrerla y conocerla mejor. Esta vez he tenido más tiempo y he aprovechado el lamentable año hidrológico que llevamos para poder vadearlo con más libertad y no estar tan limitado por la fuerte corriente que suele llevar el río en este tramo, aunque no venía tan bajo como yo preveía.

En algunos puntos las pozas hacían imposible continuar por el fondo del valle

Se podría decir que por aquí se va la mayor corriente de agua de la Mancha a Andalucía, en el que bien puede ser (con permiso del Guadalimar), el mayor afluente del Guadalquivir por su derecha, dada las amplias cuencas del sur de Ciudad Real que aquí confluyen, como puedan ser la del Fresnedas que viene de El Viso, el Ojailén que viene de Puertollano o el Montoro, río largo y salvaje, sin pueblos. 


      El maremagnum de montañas que forma Sierra Morena está lleno de arroyos que solo cuando confluyen, empiezan a tener un nombre y aquí topamos con el problema de las toponimias, cada pueblo da por suya cada hoz y este nombre se repite en cada una de ellas, sin adjetivos, como si fuese la única, la “O”. Cuando el Fresnedas se une al Ojailén, la no muy larga unión se denomina Fresnedas, (Ojailén para otros) y forma la hoz del Fresnedas; cuando éste se une con el Montoro, es el Jándula (Montoro para otros) y forma la hoz del Montoro o del Chorrillo, por el pico Chorrillo de 1062m. y la casa a sus pies frente a la junta. Luego llega por fín, la última hoz de esta serie es la Garganta de la Hoz o la hoz del Jándula.

Al fondo la hoz del Fresnedas y en primer término, ya salvada, la del Chorrillo o Montoro

      Al tramo resultante, más que Jándula, le llaman Riofrío o nava de Riofrío, antigua gran zona minera (Pontones, Casarejo, Pueblonuevo, etc.), hoy desmantelada, cuyo poblado principal se atraviesa antes de llegar a la Hoz. Para mí, el verdadero Riofrío sería el que desemboca justo antes de la Garganta de la Hoz, el Robledillo que sí es un río salvaje de verdad, el que recoge el agua de las umbrías más altas de sierra Madrona, la más continua y alta de las de Sierra Morena, de entre el dédalo de cordales que son estas sierras, con su Cuarto de Aulagas, Corral de Borros 1311m. (21 menos que el Bañuela que es la cota más alta de todo este sistema montañoso), Castillones, Torrecilla, Rebollera, etc. Algún día dedicaré una entrada a los numerosos y maravillosos “riofríos“ de toda esta región nada manchega del sur y oeste de Ciudad Real.

Paquetes de cuarcitas y detalle

      En estos magníficos relieves apalachenses, con sus típicos mares de cumbres de alturas similares, vienen definidos, con su alta resistencia a la erosión, por sus largas hiladas de la cuarcita armoricana, llevan una dirección típicamente E-W y los ríos casi siempre se adaptan a esta dirección, adaptación que resulta fácil, al aparecer en estos surcos, (sinclinales de Puertollano y de Solana del Pino, y anticlinal desventrado del valle de Alcudia) de materiales mucho más blandos, tales como las pizarras, también con grauvacas en el interior del valle de Alcudia.

Solanilla del Tamaral con los peñones del Manzanillo de fondo
Desembocadura del Robledillo labrada sobre las blandas pizarras colonizadas por pequeños alisos y adelfas

      Pero a veces, probablemente porque antes de quedar al descubierto esta estructura geológica de estratos duros y blandos en una penillanura inicial, ya habría una red fluvial principal anterior a la aparición o levantamiento de esas sierras con una dirección transversal a estos relieves que probablemente aprovecharía una gran fractura norte-sur que es la que alinea estas tres hoces. Es lo que se llama sobreimposición fluvial, el río ya existía antes y fue serrando unas estructuras que se iban levantando lentamente cuando África comenzó a alzar la península al empujarla contra Europa.

Nava de Riofrío, la Hoz y a la izquierda el posible recorrido del río a la caída de ese cerro rodeándolo

      A pesar de todo es complejo reconocer exactamente qué fenómenos han causado esta impresionante hoz, pues se puede reconocer con sorpresa que la serreta cuarcítica de la Hoz, baja su altura hasta cotas cercanas al nivel del río, poco más de un kilómetro más al este, lugar por donde el río podía haber discurrido haciendo un meandro alrededor de esta sierra, sin haberla incidido tan trabajosamente. Lo que sí que está claro es que todos esos ríos (Fresnedas, Ojailén y Montoro), pertenecieron a la cuenca del Guadiana y en algún momento geológico fueron capturados por el Guadalquivir gracias a la fuerte acción remontante de sus emisarios, favorecida por el gran desnivel con el nivel de base del Guadalquivir. El tajo del río sobre la roca deja unos cortados con una media de altura de unos 250m, aunque desde las cimas se salta desde los 785m. al oeste y de los 665 del este, hasta los 365m. del cauce.


      Si asombrosa es la geología de este rincón, probablemente el lugar más montañoso de la provincia de Ciudad Real, lo es más la bravura de su salvaje naturaleza. A pesar de existir dos pedanías en la vecindad del río, hacia el oeste Solanilla del Tamaral (29 hab.) y al este El Hoyo (238 hab.), ambas pedanías del municipio de Mestanza (477 hab.), estamos en una de las regiones más despobladas de España, sin apenas carreteras o caminos, estos lares son un culo de saco en comunicaciones, se sale por donde se ha entrado, es decir de nuevo por Mestanza.

Pico y casa de El Chorrillo frente a la junta del Montoro y Fresnedas

      No deja de asombrarme la potencia del cauce que debe tener periódicamente este río para mover los enormes bloques de cuarcita por los que voy saltando, su redondeamiento no deja lugar a dudas, además hasta una buena altura, los fondos y pies de ladera están literalmente pulidos y la ausencia de vegetación es manifiesta. También inmediatamente por encima de esta línea, a varios metros sobre el cauce, es fácil encontrar acumulaciones de troncos y piedras diseminadas sobre esa línea. Este caudal también crea cada cierto trecho buenas pozas tras algún umbral rocoso; lástima que el Ojailén venga desde Puertollano.


      La naturaleza se muestra en una gama y variedad, envidiable, pocos rincones en España pueden presumir de estar tan poco transformados, para lo bueno y para lo malo. El monte se conserva en su ser, pues apenas hay repoblaciones forestales, (a kilómetros hacia el oeste algunos pinares resineros y al sur, en Andalucía, de piñoneros), pero el grueso de la vegetación es genuino monte mediterráneo en toda su gama de quercíneas y arbustedas siempre verdes. La gran variedad topográfica hace que exista toda la gama desde los robledales de altura, los quejigares de pie de ladera, los encinares por todas partes, los alcornocales en las solanas más húmedas y enebrales y acebuchares en las áreas más rocosas o en estos cascajares fluviales.

Talud rodeada de la variada vegetación mediterránea
Siempre verdes: mirto, agracejo, lentisco y coscoja

      Aquí aparece casi todo lo que pueda aparecer en los encinares del suroeste de Castilla la Mancha y mucho de lo que aparece en Andalucía. Estos protegidos valles interiores y cañones, seguro que jugaron, gracias a la variedad topográfica y altitudinal, el papel de refugios botánicos en los cambios de clima acontecidos en y desde el plioceno. De hecho hoy en día, a pesar de no existir, por muy poco, la trilogía arbórea del tejo, loro y abedul que sí llegan a Montes de Toledo (en clara regresión), sí aparecen muchas especies térmicas que no llegan más al norte, como adelfas, mirtos, zarzaparrillas, agracejos, robles andaluces, etc.

Descomunal agracejo arbóreo sobreviviendo a duras penas entre los peñascos

      La vegetación que he visto en estas partes tan bajas, da para todo un estudio botánico bien diferenciado de lo “manchego”. De entrada me llama la atención las buenas extensiones y abundancia de una escoba que no hay más al norte, la Genista polyanthos, en los cascajares de estos ríos y como sub-rupícola; la abundancia o incluso dominancia en estas partes bajas y protegidas, del aquí llamado agracejo Phillyrea latifolia y también la que veo por primera vez en esta región, la zarzaparrilla Smilax aspera de acertado nombre, pues es como una zarza que pincha y una parra que trepa por árboles y arbustos, tanto que en algunos lugares tiende impenetrables celosías entre el suelo y lo alto de algunos árboles.

Marañas de zarzaparrillas
      Este otoño con la sequía que hay, daba por excusada la típica excursión de caza de colores otoñales, pero a pesar de la sequía, este lugar tiene un variado colorido otoñal, destacando claramente las abundantes cornicabras, los fresnos, algunas higueras, los tamujares, helechares y la presencia de escasos, pero enrojecidos arces. Las parras silvestres también dan un buen colorido sobre los árboles a los que trepan.


      Nada más pasar por la desembocadura del Robledillo, veo la típica formación de las orillas pedregosas de esta región, los adelfares que en verano engalanan de rojo las orillas,y el tamujar que ahora luce sus hojuelas amarillas. Esta vegetación ribereña aquí se acompaña en los suelos más secos, con la masiva Genista polyanthos y algunos enebros dispersos con escasas mejoranas Thymus mastichina. Cuando esta formación se degrada más, por estar más cerca de este cauce que puede tener grandes oscilaciones, ya no hay vegetación arbustiva, quedando solo la acedera Rumex induratus y Scrophularia canina.

Formación de Genista polyanthos en los cascajares interiores del tamujar

      Cuando me meto por las rocas, veo claramente que adaptados a esas duras condiciones de xericidad y falta de suelo, aparecen enebros, cornicabras, agracejos y numerosos acebuches con sus esparragueras blancas; de todos ellos hay ejemplares arbóreos descomunales, algunos en precario estado tras este par de años de ayuno. En las repisas terrosas veo en floración, buscando entre la tupida alfombra verde de sus hojas, el Arisarum simorrhinum y en las pedrizas abunda la Ballota hirsuta. También veo al raro endemismo de estas sierras, Coincya longirostra, (creo, pues su congénere C. rupestris subsp. leptocarpa, no me cuadra tanto).

La extraña flor del Arisarum simorrhinum y abajo roseta de Coincya longirostra

      El mundo de los helechos no pensaba que estuviera tan bien representado, con helechales de Pteridium aquilinum en suelos con humedad, y si aumenta aparecen puntualmente, Adiantum capillus-veneris, Athyrium filix-femina o más raramente Osmunda regalis; en repisas rocosas la doradilla Ceterach officinarum, Asplenium trichomanes y Polypodium cambricum. Como rupícola estricto aparece Cheillanthes hispanica, acompañado en esas paredes sombreadas por los coloridos endemismos Jasione mariana, Digitalis mariana y al sol, por el clavel Dianthus crassipes.

Cheillathes hispanica y Adiantum capillus-veneris

      Los alisos en la hoz crecen donde le dejan los golpes de las grandes avenidas y los suelos que tengan humedad en verano, porque lleguen al nivel del cauce o aprovechando algún manantial, entonces aparece también la enorme cárice Carex pendula; veo en varios lugares no tan húmedos, la jabonera, Saponaria officinalis y ahora con sus flores moradas la menta Calamintha nepeta. Otros arbolillos ribereños ahora anaranjados, son los tarays de antes de la hoz aparte de algunos fresnos.

Saponarias creciendo bajo una adelfa

      Es el Robledillo el que tiene excepcionales alisedas en gran parte de su recorrido, con todo su elenco florístico y presencia de especies norteñas. Los abundantes sauces de sus orillas me tienen despistado, pues no estoy acostumbrado a ellos, en principio iba buscando el sureño Salix pedicellata, pero no lo es, se parece mucho al S. fragilis, aunque leyendo Flora Ibérica he visto que existe una raza sureña de Salix salviifolia, la supuesta subsp. australis que coincide plenamente con lo visto y poco se parece al típico.

Sauces entre zarzales y helechos

      Me llama la atención los escasos madroños que pensaba ver en abundancia, como ocurre a mayores alturas, y las pocas matas de rusco, parece que aquí tienen más fuerza las especies termófilas y son desplazados por los lentiscos, el abundante mirto que este año tan seco, apenas ha fructificado y sin duda por los agracejos que aquí parecen sustituirles. Probablemente aunque en las alturas vecinas llueva bastante, aquí lo haga en menor cuantía y las temperaturas varios grados mas altas, por la escasa altitud y por estar más protegido del viento, requieran de la vegetación una mayor adaptación a la sequedad y altas temperaturas. Por eso tampoco veo los quejigos o los alcornoques que tanto abundan en estas sierras.


      La fauna tiene toda la gama imaginable de la Iberia salvaje, de hecho esta región de sierra Morena es la que puede presumir de tener los ¿últimos? efectivos de lobo ibérico de toda la mitad sur peninsular, arrinconados por los propietarios de fincas que con buenos cerramientos crían caza mayor como quien tiene una granja de pollos y no están dispuestos a sacrificar un euro por un par de lobos. El lince también vive por aquí, pero más de paso que residente pues depende de la riqueza de conejos que prefieren suelos más blandos para hacer sus madrigueras.

Las selvas de Sierra Morena

      Vi algún venado y oí piedras rodando por animales grandes; también vi cabras montesas, creo más introducidas y escapadas de fincas que las genuinas cabras salvajes de los altos de sierra Madrona, aunque a ver quien le pone puertas a estos bichos. El cielo siempre estaba poblado con buitres y a cada rato, pasaban a media altura cormorane, alguna garza real o la flecha azul del martín pescador. Me llamó la atención el ver varias veces restos de cormoranes devorados, creo que la culpable, más que un halcón, debería ser alguna águila perdicera.

Retazos de colores otoñales

      El espectáculo de los colores otoñales de las caducifolias, los cortados cuarcíticos rojizos, con sus líquenes amarillos (Acarospora spp.), contrastando con la vegetación siempre verde de mirtos, agracejos, hiedras, jaras, brezos, o la siempre gris de las encinas o los añosos acebuches, pintan un espectáculo hermosísimo que afortunadamente está lejos de los circuitos turísticos otoñales que aparecen en las revista de turismo en la naturaleza. Pero estas sierras son así de desconocidas o de inabordables. Me consta que hay bosquetes caducifolios bellísimos en altas umbrías de la sierra, para llegar a las cuales hay que tener una excepcional forma física y permiso de los terratenientes cinegéticos.

Arce

      Cuando se nombró Cabañeros Parque Nacional me alegré, también ya de paso porque daban carpetazo a la locura de convertirlo en campo de tiro del ejército, pero cuando se le nombra el parque nacional del bosque mediterráneo, siempre me acuerdo de Sierra Morena, con sus bosques de robles, sus riscos, sus hoces y su fauna ibérica al completo, con el lince y el lobo sin necesidad de re-introducirlos. Este es el bosque mediterráneo más completo y variado de la península, desde sus especies norteñas y caducifolias a las más esclerófilas y térmicas.


      A pesar de estar en forma, esta ruta me ha costado sudor, cansancio y agujetas. El andar saltando todo el rato de bloque en bloque, subiendo a repisas para superar pozas, a veces teniendo que desandar lo andado; me han señalado la sádica caricia de las ramas secas de los acebuches y las zancadillas de las zarzaparrillas; suerte he tenido que se nubló y no roció que se nubló y no llovió, a pesar de la constante amenaza, porque esas pulidas cuarcitas mojadas son garantía de caídas en la delicada zona de los grandes bloques del río o cuando tuve que hacer trepadas para salvar encerronas. También una lástima no haber tenido un equipo fotográfico acorde a las imponentes dimensiones de lo que me rodeaba.


      En época de cría de rapaces, lo mejor será no venir y abstenerse de incordiar, pues aquí seguro que están las especies rupícolas en mayor peligro de extinción como la cigüeña negra, la perdicera o el alimoche, aparte de la gran cantidad de buitres que tiñen de blanco altas repisas y peñones. Ojala que estas hoces se mantengan así por mucho tiempo, que nadie turbe la serenidad de estos bosques y peñascos con sus discretos moradores.