"Si
los libros no mienten, aquí tenemos el mayor enebral de Europa, pero claro
también habría que ver si los que hacen los libros mienten o no, porque hoy
miente y engaña todo el mundo,…", así hablaba el paisano al que le preguntamos por
el camino del enebral e iba a decir de qué libro se trataba cuando mi hermano
le interrumpió con otra pregunta pertinente, y me quedé con las ganas de saberlo.
No sé dónde lo pone y tampoco me he podido informar. Pero desde luego el enebral de Viandar de la Vera, es uno de los mayores enebrales de España y si lo es, también lo debe ser de toda Europa, aunque yo pensaba que era el no muy lejano de Arbillas, pero en Ávila.
Berrocal rodeado de jaguarzos (Hallimium ocymoides)
No sé dónde lo pone y tampoco me he podido informar. Pero desde luego el enebral de Viandar de la Vera, es uno de los mayores enebrales de España y si lo es, también lo debe ser de toda Europa, aunque yo pensaba que era el no muy lejano de Arbillas, pero en Ávila.
El
enebro es árbol rústico y duro por definición, no es común que forme masas
puras, pues suele compartir su terreno, a no ser que el terreno sea muy malo, entonces ahí es el amo y señor. Suele aparejarse con la
encina, dando un tipo de vegetación habitual y definitoria
de los encinares silíceos madrileños, desde donde irradia hacia los pizarrales
del sur de Ayllón y hacia las sierras nor-toledanas y valle del Tiétar, donde ya toma otro cariz más luso-extremadurense.
El
enebral, no es una vegetación potencial, climácica, sino que depende de la
dureza (pobreza) del sustrato y/o del clima; forma una
vegetación permanente, propia de determinadas estaciones en las que por su
exposición, edafología o sequedad, no están en consonancia con las condiciones
edafo-climáticas medias de la zona.
A pesar de esto, en localidades tan favorables para el enebro, como aquellas en que simplemente existe una falta de competencia, prospera de tal forma que compite con el robledal que es el verdadero árbol de las laderas "normales" de la Vera. Aunque después de ver los encinares de ladera veratos, creo que el enebral es un encinar del que sólo han quedado los enebros o son un paso previo para el encinar que vive en los suelos más difíciles de estas laderas.
La margarita Tolpis barbata, una habitual del pastizal anual del enebral
A pesar de esto, en localidades tan favorables para el enebro, como aquellas en que simplemente existe una falta de competencia, prospera de tal forma que compite con el robledal que es el verdadero árbol de las laderas "normales" de la Vera. Aunque después de ver los encinares de ladera veratos, creo que el enebral es un encinar del que sólo han quedado los enebros o son un paso previo para el encinar que vive en los suelos más difíciles de estas laderas.
Esta
competencia puede venir de la facilidad de dispersión de las bayas del enebro
(gálbulas), que si sois aficionados a la nueva moda de la ginebra con “botánicos”
os gustarán por el sabor que le dan, aparte de lo que ya lleven en origen.
Tordos y zorzales, propios y emigrantes, son los que distribuyen efectivamente
estas semillas.
Hasta aquí lo natural, pues de la mano del hombre lo que ha ocurrido es que se está abandonando, casi totalmente, el pastoreo de las cabras. Sigue habiendo muy buen queso de cabra en la Vera, pero cada día se ven menos cabras y cabreros por el monte. Si por un lado dejan crecer el monte, con la enorme expansión en los últimos decenios del enebral, principalmente; por otro lado el riesgo de incendio está incrementándose de la misma manera.
La dedalera (Digitalis thapsi) entre las ramas de un enebro
Hasta aquí lo natural, pues de la mano del hombre lo que ha ocurrido es que se está abandonando, casi totalmente, el pastoreo de las cabras. Sigue habiendo muy buen queso de cabra en la Vera, pero cada día se ven menos cabras y cabreros por el monte. Si por un lado dejan crecer el monte, con la enorme expansión en los últimos decenios del enebral, principalmente; por otro lado el riesgo de incendio está incrementándose de la misma manera.
Este
gran enebral, no lo es tanto, es una mancha a tramos grande y espesa, pero
hacia los extremos, Losar y Villanueva de la Vera se hace lineal y
disperso, siguiendo las áreas más rocosas entre los 500 y los 900m. Hacia
Madrigal y Candeleda, casi desaparece y llega a lo que antes pensaba
que era el mayor enebral, el de Candeleda-Dehesa de Arbillas, parecido al
de Viandar, pero no tan extendido por sus bordes como éste.
El roble Quercus pyrenaica en el mismo medio que el enebro, pero donde hay más suelo
Como
ya señalaba en otra entrada, el terreno del enebral señala un punto de casi no
retorno en la dinámica vegetal. La vegetación climácica podía partir de un
encinar o un robledal y por degradación y pérdida de suelo, se convertía en un
enebral, lo que queda patente en muchos casos en los pequeños y en los escasos buenos
encinares de estas laderas de solana de Gredos.
Un manejo oportuno del monte debería tender a la recuperación del encinar, pues sería la mejor manera de conservar y mejorar el estado de los suelos, en un lugar en que las fuertes y abundantes precipitaciones (en torno al triple de los requerimientos hídricos de un robledal) pueden barrer en un momento los suelos desprotegidos de estas verticales laderas.
Pastizal anual al pie de las lanchas graníticas del enebral
Un manejo oportuno del monte debería tender a la recuperación del encinar, pues sería la mejor manera de conservar y mejorar el estado de los suelos, en un lugar en que las fuertes y abundantes precipitaciones (en torno al triple de los requerimientos hídricos de un robledal) pueden barrer en un momento los suelos desprotegidos de estas verticales laderas.
El canchal de Sopeña rodeado de robles y enebros, al fondo izda. un pequeño encinar
El
enebral es relativamente pobre en especies vegetales, aunque ahora con la
floración explosiva de esta calurosa primavera que aquí en la Vera, está entre
las más secas de los últimos años, aparece como lleno de vida y colorido. Es la
vegetación berroqueña, la de las pobres arenas silíceas con elementos
occidentales, como la Euphorbia oxyphylla,
o de mayor altura como el cerrillo, Festuca
elegans, o de menor altura como los almeces Celtis australis.
Una de las pocas euforbias vivaces de suelos ácidos Euphorbia oxyphylla
Estamos
en el reino del berrocal, de las grandes lajas graníticas, los yelmos, los
dorsos de ballena, los grandes bolos, las piedras caballeras. Aquí los suelos
son escasos y arenosos, por eso la vegetación herbácea típica pasa por ser un
cantuesar con mejoranas y, más degradado, da un ralo pastizal de hierbas
turmeras, Xolanta guttata, la madre
de las criadillas; una ínfima cistácea del mismo color de flores que la algo
mayor y casi arbustiva Hallimium ocymides.
Silenes, margaritas de todo tipo
Dos mini jaras, hierba turmera y jaguarzo, comunes en el ralo pastizal que deja el enebral
En
el berrocal también abundan las dedaleras Digitalis thapsi, la
resedácea Sesamoides purpurascens, acederas Rumex
induratii, etc. En las lajas mayores, el agua chorrea largo tiempo por ciertos
pradillos y lanchas, dando una vegetación peculiar de uñas de gatos Sedum pedicellatum, S. andegavense, S.
arenarium, y con un poco más de suelo aparece el Hypericum
linariifolia y el blanco Ornithogalum
concinum.
El blanco Ornithogalum concineum
Si
cuidamos que no se produzcan los temibles incendios de verano, el enebral tiene
garantizada una buena existencia. Ahora prácticamente no se le saca ningún
provecho que no venga de la buena conservación de suelos y pastos, pero a
partir de ciertas tallas añosas, cría una madera muy buena para todo tipo de
trabajos rústicos.
Antaño, era común, lo sé de la sierra del Piélago, usarlo vivo podándole convenientemente, para hacer los almeales, esos montones de heno que tenían que durar el verano y el invierno, dejando enebros sumamente altos, cuyas ramas empezaban a partir de los cinco metros; sobre ese tronco se apoyaba la hierba y se remataba con una buena sarta de retamas o escobas cruzadas.
A partir de la última casa de Viandar de la Vera comienza su gran enebral
Antaño, era común, lo sé de la sierra del Piélago, usarlo vivo podándole convenientemente, para hacer los almeales, esos montones de heno que tenían que durar el verano y el invierno, dejando enebros sumamente altos, cuyas ramas empezaban a partir de los cinco metros; sobre ese tronco se apoyaba la hierba y se remataba con una buena sarta de retamas o escobas cruzadas.
El tronco de un enebro centenario casi se parece al del tejo
La
marcha con mi hermano y apuntada por teléfono por Alfon de Talaveruela, el
mejor conocedor de estas sierras, terminó como de costumbre, en las puertas de
lo mejor, a la entrada de la sierra. Con la promesa de unas buenas palizas para
el cuerpo, otro día entraré en ese maravilloso mundo de gargantas encajadas, de
cabeceras glaciares, de bosques impensables y de charcas esmeraldas.
Para
hacer un poco boca, de esas promesas aventureras, dimos con un buen bosquete de
almeces, más de cien ejemplares de todos los tipos y tallas, se amontonaban en
una recogida garganta, desde los mil metros hasta los ochocientos. La dureza e
impenatrabilidad de esta garganta nos impidió recorrer este bosque, pero ahí
está; no son árboles al pie de un lanchar o acompañando puntualmente a una
garganta entre el bloquerío, es un buen bosque.
Bosquete de almeces y detalle de sus bayas, por eso aquí le llaman "bolero"