Parte del pinar de La Rubía años antes del incendio de Arenas
Lamentablemente esta entrada trata de la desaparición del último pinar de pino silvestre, genuinamente autóctono de todo Gredos. A falta de una mayor concreción sobre la naturalidad de otras masas pinariegas gredenses, temo que nos hemos de conformar con este último pinar, para terminar, a mi pesar, de dar la razón a aquellos que mantienen que en Gredos no hay pinares enteramente naturales.
Los restos del pinar de La Rubía en la actualidad
Hablando de pinares, Gredos tiene dos caras, la oriental y la occidental, contrastando claramente por la presencia o ausencia de pinares y divididas a partir de un meridiano que iría poco más al oeste de Hoyos del Espino en el norte a Poyales del Hoyo en el sur. Desde aquí hacia al oeste, la presencia de pinos es absolutamente puntual o claramente artificial de repoblaciones de resinero, Pinus pinaster en el sur, y muy poco de éste y Pinus sylvestris, en el norte.
En la mitad oriental destacan, en claro contraste con los robledales veratos, los extensos pinares que cubren todos los montes. El pinar mayoritario es de Pinus pinaster que ocupa parte del piso mesomediterráneo y las dos terceras partes inferiores del supramediterráneo, en ambas vertientes. Aunque al norte, a partir de Navaluenga hacia el oeste cede ante el robledal, no ocurriendo lo mismo en la orilla de solana del Alberche, donde de nuevo el pinar, junto con la encina y algo de roble, se enseñorean de estos territorios.
A saber cuantos años llevaba muerto este enorme ejemplar
Pero no todo son Pinus pinaster, en el extremo oriental del valle del Tiétar, también abundan, a pesar de un incendio que se cebó con una de sus mejores bosques, las masas puras o mixtas del piñonero, Pinus pinea que ocupan desde el fondo del valle hasta una altura de unos 700m. y también en los límites superiores del bosque, en el Timberline de los sajones, abundan los ejemplares o rodalillos aislados de los más antiguos pinos de la zona, vetustos troncos de Pinus sylvestris y de P. nigra, localmente llamados pinos albares y cascalbos respectivamente.
Rodal de viejos pinos negros en medio del pinar de resineros con enebros en Mijares
En la cara norte ocurre algo parecido, si bien los pinares de piñoneros comienzan muy al este, cuando el Alberche empieza a dar su curva hacia el sur, ya fuera de Gredos. En pocos lugares aparecen ejemplares y rodalillos de silvestres y de cascalbos, principalmente en el afamado valle de Iruelas, y en la otra orilla del Alberche, cerca de Navalacruz, una joyita natural que no sé cómo ha llegado hasta hoy, un frondoso pinar de Pinus nigra. Aquí cerca viene a morir una extensa zona que, como la compartida con Segovia, también se ha dado en llamar “de pinares”, con varios pueblos que se apellidan con ese topónimo y aunque aparece documentada la repoblación antigua de estos pinares, no se sabe a ciencia cierta, si se repoblaba sobre lo que anteriormente también fueron pinares.
Comunidad de pinar con cambrones (Echinosparto barnadesii-Pinetum ibericae)
En esta cara norte es donde aparecen los buenos pinares de pinos silvestres, en la zona “puente” entre los valles del Alberche y del Tormes, lo más alto y continental de toda esa falla que recorre Gredos de este a oeste. Los mejores pinares se encuentran en la cabecera del Tormes, a los pies del Parador de Gredos y también la joya botánica del pinar de Hoyocasero, cerca del Alberche. Todo lo demás son repoblaciones, como la magnífica de la falda norte del Torozo, en la caída del puerto del Pico o en la Cueva del Maragato (pugnando con robles); el resto de repoblaciones de silvestre, salpica toda esta montuosa región, como las celdas negras en un crucigrama.
Magníficos pinares silvestres entre Navarredonda y Hoyos del Espino
Pero todas estas masas de pinares silvestres están manejadas y explotadas silvícolamente, no llegan a la gran calidad de los pinares de Valsaín, nombre de su madera en serrerías y carpinterías. En los pinares del Tormes ya aparece el robledal hacia occidente, aunque cerca, al este, se encuentra el magnífico, aunque pequeño, robledal de San Martín del Pimpollar y, algo más alto, el de Navalsáuz, casi rodeado de repoblaciones de silvestre que empiezan a tomar cariz de bosque.
Pulsatilla alpina var. apiifolia en flor bajo el dosel del pinar de Hoyocasero
Más significativo es el pinar de Hoyocasero, donde si no fuera por el manejo del bosque, el robledal se comería el pinar por sus pies, como queda de manifiesto donde menos se ha intervenido. Aun así, la riqueza y originalidad florística de este pinar, no se da en ningún robledal de la región y tampoco, y esto ya es más raro, en los cercanos pinares del Tormes, aunque hace un par de veranos sí encontré allí una de esas magnífica plantas hoyoqueseranas como es la Pulsatilla alpina. Lo que queda del robledal, aparece un “escalón” altitudinal más bajo que los pinares, en las riberas del Tormes y del Alberche o, ya muy por encima, en situaciones rupícolas en bastantes localidades dispersas por todo Gredos, sur incluído, marcando el límite superior del arbolado, entre los 1800 y los 1900m.
En el límite superior del bosque (La Rubía), también aparecen pies de roble casi rupícolas
Muchos años llevan
discutiendo los botánicos sobre la naturalidad de los pinares de Gredos,
en franco contraste con los del Guadarrama, donde su naturalidad es
incuestionable. Pero, obviando opiniones preconcebidas, a la luz de
todos los datos paleobotánicos actuales,
no hay duda de la pretérita existencia de pinares en Gredos, hasta tiempos históricos y
actuales. Este hecho es tan incuestionable como su retroceso y desaparición hacia el presente.
Los pinares del Guadarrama ocupando la mayor parte del piso oromediterráneo y mucho del supramediterráneo
Los datos
paleobotánicos proceden del análisis de los pólenes conservados en turberas y
también de los llamados, por contraste, macrofósiles, es decir, piñas, hojas y
las conocidas en la sierra, como “troncas”, es decir los tocones de grandes
pinos que por una razón u otra se han conservado hasta nuestros días,
enterrados o puestos al descubierto por procesos erosivos. Estas troncas se han
hallado en zonas desarboladas actualmente como La Serrota, Zapatero y laderas y
valles del cordal principal.
Varias troncas (recientes) sobre una turbera, ambas contienen abundante información paleobotánica
La hipótesis mayormente
aceptada sobre el devenir de estos pinares sugiere que tras la retirada glaciar
que afectó fuertemente a estas montañas, existieron varios períodos climáticos
sucesivos, con un período preboreal, donde la dominancia de los pinares fue
casi absoluta, seguido de un período subatlántico, en el que el pinar,
perdiendo algo de protagonismo, cedió terreno ante especies menos continentales.
Frondosas conviviendo y desplazando al pino silvestre en Lillo (León)
Posteriormente llegó un
periodo más cálido que inició el período actual, en el que la presión de las
quercíneas, principalmente los robles melojos, hicieron retroceder los pinares
a las áreas más altas, xéricas y continentales. En estas
condiciones entra en juego, de importancia aún mayor que la climática, el
hombre.
Como La Rubía cientos de pinares debieron caer bajo la acción del fuego
La
participación humana empezó pronto, con los
Vettones ampliando las áreas de pastoreo para sus rebaños de vacas y
caballos, se cree que con ellos comenzó la transhumancia que sigue realizándose
todavía hoy. A partir de ellos la deforestación fue galopante, a pesar de alguna medida protectora de los montes en siglos pasados. Sólo la táctica bélica de
la “tierra quemada” podría compararse al dominio de La Mesta o a la plaga de los incendios forestales de
nuestra época. El fuego siempre ha sido un factor importante, pero nunca tan
continuado y reiterativo, como en las últimas cinco décadas.
La protección solo es real sobre el papel o sobre el cartel
Vista la
tendencia ecológica de predominio de las quercíneas que solo han ido dejando a los pinos las tierras más altas, expuestas y escabrosas, y el interés comercial
por los buenos fustes de pino silvestre, parece claro que la pervivencia
de los pinares gredenses, ha sido mantenida por el hombre, al tiempo que también ha sido el causante de su drástica
disminución.
Observando la pujanza del robledal bajo los pinos de Hoyocasero y
la limpieza y ausencia de vegetación bajo los de Navarredonda, no puedo decir
que no sean de origen natural, pero sí, que están mantenidos
artificialmente. No sé si podrían vivir aquí en buena compaña pinos y
frondosas, como sí ocurre en el pinar de Lillo en la Cantábrica, pero la mano
humana para el mantenimiento del pinar, es fundamental.
Puerto del Pico con el pinar natural al sur (izquierda) y el repoblado al norte (derecha), incendiados
Pero de todos
los pinares de Gredos que he conocido, para mí, solamente uno es o mejor dicho,
“ha sido” totalmente natural. El pinar de La Rubía en Cuevas del Valle, al oeste
y por encima del puerto del Pico entre los 1550 y los 1850m. Lo conozco desde
hace muchos años y casi lloré cuando fue
arrollado por el incendio de Arenas de San Pedro en 2009. Un incendio que tras
cobrarse una vida, las autoridades decidieron
dejarlo arder libremente, delante de las protestas y lágrimas de la gente de
los pueblos que tuvieron que ver, cruzados de brazos, como ardían sus tierras.
La Rubía poco después del incendio de 2009
Tan
incompetentes fueron que incluso el fuego pasó al otro lado de Gredos, a pesar
de disponer de un terreno tan favorable
como eran los prados abiertos del puerto del Pico, pero ni por esas. Al par de días del incendio me pasé
por allí para ver el desastre, eché un ojo al pinar y me pareció que no estaba
muy tocado, pues aún se veían verdear algunas de esas escasas masas de pinos.
Al ver esta imagen (es a color), pensaba que sobrevivirían muchos, pero estaban ya muertos de pie
Pero craso error, los pinos tocados en más de un 20% murieron uno tras otro, de los 350-400
grandes pinos, solamente se habían salvado unos 70. Un desastre en toda regla, en una ladera que por sus características de orientación
y la presencia de barreras rocosas, se venía salvando de los grandes fuegos
desde hacía muchos años y esa era la razón de que los pinos resistieran en esta
localidad.
Cuando conocí este pinar, algo disperso entre
el roquedo, me pareció una maravilla; entre ellos
se contaban muchos individuos de pié, muertos por el rayo o por la edad,
vetustos e impresionantes osamentas de antiguos dioses, solemnes vestigios vivientes de
la antigüedad. En cierta excursión, en la que mi padre nos dijo a mi
hermano y a mí que no volvía a salir con nosotros al monte por las palizas que
le dábamos, nos topamos con una excursión de veteranos que estaban admirando
boquiabiertos, como nosotros, la belleza de esos enormes pinos.
Entonces uno de
los hombres que parecía especialmente conmovido nos contó: nunca olvidaré que yo fui uno de los que talaron cientos de estos magníficos árboles. La
verdad es que imponía oírle hablar porque parecía estar conmovido y sintiendo en sus
propias carnes, lo absurdo y terrible que pueden ser los actos humanos. Nos
contó que a mediados de los 50’ el
ayuntamiento del pueblo no tenía un duro y que al alcalde se le ocurrió la idea
de cortar los pinos de La Rubía para sacar un dinero extra para el pueblo. Casi
todos los mozos fuertes del pueblo
subieron hasta allí para cortar los pinos, pinos de un pinar cuatro
veces mayor que el que estábamos viendo.
Varias formaciones rocosas impiden o dificultan la progresión de los fuegos
Lo triste de esta
historia era que cortar los pinos fue fácil, lo extremadamente difícil era
sacarlos de allí. Nos habló de lo durísimo que fue el trabajo con los mulos,
pues el valor de los pinos era el de los grandes fustes, no el del pino
troceado. "En cuanto un tronco se nos iba un poco ya no había marcha atrás, había
que dejarlo allí abandonado, sólo si estorbaba el camino de bajada, lo
troceábamos; a los diez días comprobamos que solo sacábamos uno de cada tres
pinos cortados, después de trabajar como negros".
A comienzos de los 50 el número de pinos era al menos el triple que en esta foto
El alcalde vió que el dinero no
llegaba ni para pagar los jornales y se abandonó la empresa, el pinar reducido
a una tercera parte ya no volvería a ser el mismo. Yo creo que ninguno de los
que entonces admirábamos esos grandes árboles vivos o muertos en pie, lo hacíamos con tanto sentimiento o admiración como
este hombre, nos contó que durante varios meses estuvo la gente de Cuevas subiendo con caballerías a
trocear los troncos perdidos y atascados.
Hoy, años después del incendio, apenas llegan a 70
los grandes pinos que siguen vivos, a pesar de ello, todavía se puede decir que es el
mayor rodal de silvestres de la cara sur, aunque creo que hay algún rodal de su
congénere cascalbo (Pinus nigra) por encima de El Arenal que
supera esta cifra. Me llama la atención que en la cara norte, a pesar de tener un
clima supuestamente más favorable, sólo haya algún rodal o pies aislados, cerca
del límite del bosque en el valle de Iruelas y no por toda la cordillera.
La naturalidad
de Pinus sylvestris var. Iberica en Gredos es incuestionable,
hace poco se criticaba con dureza a los fitosociólogos por no avalar su
naturalidad con ninguna comunidad vegetal como sí hicieron en el Guadarrama.
Pero, como me decía uno de sus valedores, muéstrame algún pinar o más que puedas
decir que son verdaderamente naturales y, ecológica y estadísticamente, te defino
esa comunidad. Eso me decía cuando le insistía en la ausencia de comunidades
vegetales del muy abundante Pinus pinaster, pero a ver quien pone la mano en el fuego por un par de localidades
verdaderamente naturales, aunque se sabe claramente que este pino es autóctono.
La presencia del enebro rastrero aboga por la naturalidad de los pinares silvestres o negros, como el de la imagen
Hoy, con más
datos, ya se han establecido comunidades vegetales naturales para casi todos
los pinos ibéricos, faltan P. pinaster y
P. pinea, pero ya Gredos tiene dos nuevas
comunidades para P. sylvestris, el
pinar con cerrillo, Festuca elegans
subsp. merinoi, esa gramínea que
describe a la perfección el piso supramediterráneo gredense y el pinar con
cambrón, Echinospartum barnadesii,
esa genistea pinchuda típica del piso supramediterráneo superior y
oromediterráneo inferior de todo Gredos. También las hay para los pinares de Ayllón y Pela, en el extremo oriental del Sistema Central.
El cerrillo (abajo), define el pinar de silvestre supramediterráneo gredense (Festuco merinoi-Pinetum ibericae)
Por todo el
sur de Gredos aún sobreviven enormes pinos silvestres y cascalbos dispersos por
las laderas más protegidas, pero apenas tienen
relevo generacional. Acorralados por la promiscuidad del pino resinero y, principalmente por los incendios, los clásicos del verano y, peor aún, porque tienen lugar en el límite del bosque, los incendios de piornal intencionados por intereses ganaderos que tienen lugar en otoño que van diezmándolos poco a poco hasta hacerlos desaparecer.
Momento de la destrucción del pinar de La Rubía. (golindelasenda.blogspot.com)
Los pinos negros son
una joya que hasta podría ser una subespecie silicícola
ibérica de esta especie, definida para los suelos básicos. Las autoridades
forestales, a pesar del potente banco genético que representan, apenas los tienen en
cuenta.
En Gredos apenas hay unos pocos mostajos, la mayoría de ellos estaban aquí en La Rubía
Sería teóricamente fácil y factible llevar a cabo una protección eficaz de
estos rodales previniendo adecuadamente los fuegos en su entorno inmediato o limitando la instalación
del pino resinero entre sus rodales, así como fomentando su plantación,
sin aterrazamientos, en las zonas más querenciosas. Si dejamos todo a su libre albedrío, sin
intervenir para proteger, ya podemos, de seguir como vamos, despedirnos de estos árboles que son los
seres vivos más viejos y enormes de todo Gredos.