Hay
excursiones en las que, no es que se haga el bruto por el monte, sino que ya se
roza el masoquismo. Tampoco ha sido por azar, la intención era llegar al
nacimiento de la garganta Lóbrega de Candeleda, cuyo camino desde este pueblo
es larguísimo y bastante perdido desde el restaurado puente del Puerto; por eso
la idea era ir por la plataforma del Nogal del Barranco en Guisando y saltar
hacia el oeste o cuerdear hasta encontrar una bajada fácil a la Lóbrega.
El célebre Nogal del Barranco
En
el Nogal del Barranco aún no dan los rayos del sol, recorremos menos de 100m. de
camino y nos despedimos, mi hermano Carlos y yo, de cualquier cosa parecida a
un camino hasta nuestro regreso a este mismo punto. Cruzamos el río, la
Vertiente de Galayos que baja directamente de esos picos, para coger la
Vertiente de Pelayos que viene del oeste. En el punto de encuentro de ambas
vertientes se encuentra el famoso nogal, especie de la que afortunadamente se
han plantado más ejemplares por las cercanías de la plataforma; también vemos
las restauradas casillas o “puestos” de los cabreros, con sus paneles
explicativos para la poca gente que viene por aquí, pues todo el mundo sigue el
camino que sube y va directamente al refugio Victory, al pie de los Galayos, y
a la Mira, el punto superior de este macizo con sus 2343m.
En el arroyo encuentro
una boca de dragón de Gredos en plena floración entre los bloques rodados, algo muy poco comúm a estas alturas.
Subiendo la vertiente de Pelayos seguimos la sombra de caminejo que ya conocía
y que salva los cortados más delicados con bastante habilidad, pero ya está muy
perdido. Pasamos los cortados sobre el arroyo un poco por encima de las
enormes morrenas del pequeño glaciar que ocupó este fondo de valle y que algo ha alisado su fondo dejando unas pulidas lanchas por las que apenas baja un hilo
de agua; creo que estas morrenas marcan la cota inferior de todo el glaciarismo
de Gredos.
Primicia: la morrena terminal más baja de todo Gredos
Acabamos
de superar el límite forestal del pinar, un pinar viejo, pero no natural, como
se encargan de mostrarnos las escasas encinas y robles agazapados en las
fisuras de rocas y paredes, de hecho este lugar se llama el Pimpollar de Manoli
(pimpollo: rebollo pequeño). También este es de los pocos sitios de Ávila en
que se puede apreciar que el ralo enebral que ocupa la franja final y superior
del pinar del valle del Tiétar, en realidad debió de ser en su
día un buen encinar, del que solo quedan ejemplares sueltos en lugares
difíciles para el fuego o como grandes árboles junto a alguna majada de cabras. (Habrá una entrada sobre los encinares de Gredos).
Enebral-encinar, véase el enebrillo seco y enrojecido por la actual sequía
Frente
a nosotros tenemos las casi verticales paredes, lanchares y picachos que
jalonan toda la cara norte del Cabezo del Cervunal, que en caída vertiginosa
pasan de los 2089m. de su cima a los 1300m. en apenas 1km. en la horizontal. En
su caída orientada al noreste, sobre una vaguada se forman buenas
cascadas de hielo conocidas por la élite de la escalada, pero a esas alturas
(1600m.), solo se hielan con garantías, en las olas de frío de varios días.
Aunque estamos lejos, es fácil adivinar por los colores de sus frutos
anaranjados, los serbales que se enseñorean de algunas rocas.
Paredes del Cabezo del Cervuna, arriba en negro el lugar de las cascadas de hielo invernales
Seguimos
subiendo, ya penosamente, por entre los altos piornos, buscando rellanos fáciles
de andar ocupados por un cantuesar y helechar disperso, pero a medida que
subimos, todo van siendo grandes bolos, rodeados de piorno y el caminar se hace
cada vez más fatigoso, hasta llegar al collado de este cordal que hacia la Mira
se llama el cuchillar del Amealito, y ya se sabe que cuando en Gredos un cordal
se llama cuchillar, es que no hay quien lo ande.
Cuchillar del Amealito, entre la Mira, al fondo, y el collado del Cabezo
A
media subida ya comenzamos a ver los primeros buitres y antes de iniciar la
vuelta, nos dimos cuenta de que habíamos visto todas las especies de aves
carroñeras de la península, sí, ¡Todas! Al poco de ver los primeros buitres leonados
vimos un alimoche, inconfundible con su nívea cola, pero es que
antes de llegar al collado vimos la silueta inconfundible de un quebrantahuesos
inmaduro y nos dio varias pasada, pues tienen un vuelo ágil y movido.
Arriba derecha un alimoche, el quebrantahuesos volaba más alto y las fotos eran infumables, como se puede apreciar abajo. El parecido entre uno y otro es evidente, salvo en la cola negra del quebrantahuesos.
Reconozco
que me dio mucha alegría verlo, pero que no me extrañó demasiado, pues Rafa
Gonsalves me contó que Jesús Charco, coordinador de la reintroducción del
buitre barbudo en Cazorla, le había mandado un mapa con los desplazamientos de
los quebrantahuesos monitorizados y se veía que la mitad se quedaba en Cazorla
y cercanías, y que el resto se acercaban a Sierra Morena y Montes de Toledo,
pero en su mayoría se iban a Gredos, aunque luego solían volver a Cazorla. Una
hora más tarde vimos la oscura silueta de un buitre negro; los necrófagos al
completo, la pena es no haber traído el teleobjetivo.
Días después estuve en el
Centro del Quebrantahuesos de Asturias, allí me dijeron que les iba muy bien,
incluso con ejemplares que venían “solos” de Pirineos, aunque hace unos días
recogieron un inmaduro muerto, probablemente herido por un águila real. Me
contaron que los adultos se dan la vuelta en el aire y muestran sus enormes
garras emplumadas a estas rapaces que enseguida desisten del ataque, pero los inmaduros no tienen aún esa desenvoltura.
Por las Galayos ya es posible, con suerte, ver la enorme silueta del quebrantahuesos
El Alto Gredos con el Almanzor al fondo, abajo la Lóbrega y una pedregosa gargantilla
La cabecera
de la Lóbrega hace honor a su nombre, es una garganta angosta a la que le
llegan lateralmente un sinfín de gargantillas aún más angostas, mostrando
algunas de ellas, señales de glaciarismo y casi todas una parte final inclinada, pero
lineal, como de haberse rellenado por miles de grandes bloques en movimiento.
Las precipitaciones en esta cabecera puede ser, a falta de estudios que lo
concreten, de las mayores de la península pues se trata de un valle en forma de
embudo, perfectamente embocado a los vientos del suroeste, los ábregos, que son
los responsables del 80% de las precipitaciones en esta cara sur.
El comienzo de la Lóbrega recoge la torrencialidad de un abanico de laderas finales
A este
embocamiento del aire húmedo hay que sumarle el efecto de pantalla orográfica que supone el paulatino aumento de altitud del valle desde los 400m. del valle
del Tiétar a los 2343m. del Torreón de la Mira, aunque teóricamente
a eso de los 1800-1900m. debería de situarse el punto máximo de precipitaciones,
pues a partir de esas cotas, la precipitación también debe ser muy alta, pero
las nubes ya empiezan a estar “ordeñadas” y van bajando ligeramente su descarga.
Todas las rocas de una y otra garganta han sido transportada por la fuerza de las aguas recién recogidas
El panorama
ha ganado mucho en paisaje, pero no ha mejorado en posibilidades de andar
sin grandes esfuerzos, además se nota que es agosto y que empieza a pegar bien
el Lorenzo. Ahora aparecen espolones rocosos y “tors” de bloques que
hay que ir superando.
Algo más adelante encontramos un pequeño cervunal, un
pastizal de montaña con su nacedero y pequeña turberilla, algo muy común en la
cara norte pero bastante escasos en la sur, de hecho el pico Cabezo del
Cervunal recibe ese nombre porque es de los pocos lugares de la cara sur, donde hay un cervunal
con “cierta” entidad.
Cervunal en primer término con el Cabezo del Cervunal al fondo
La genciana de turbera en una de sus escasas localidades de la cara sur
Por fín nos
podemos tirar un rato en la hierba y beber algo, aprovecho para ver las plantas
del cervunal y ahí están, aparte de las gramíneas Nardus stricta y Agrostis
castellana que forman la pradera, Erica tetralix, Campanula
herminii, Carex carpetana, Potentilla erecta, la carnívora Drosera
rotundifolia, la increíblemente azul, Gentiana pneumonanthe, la
pequeña Walenbergia hederacea, la blanca Parnasia palustris, etc.
La drosera muestra que este trozo del cervunal es casi una turbera
Seguimos
hacia el norte sin perder altura a unos 1900m, ya hemos comprobado que no
merece la pena bajar al valle, como quería en un principio; nos han faltado un
par de horas o una marcha menos fatigosa. Entre las rocas ya vemos las plantas
genuinamente oromediterráneas: el helecho Cryptogramma crispa, Murbeckiella
boryi, Saxifraga orogredensis, la Centaurea avilae, un
endemismo que está desapareciendo poco a poco por la hibridación con su
congénere más común Centaurea alba y también, muy recomida por las
cabras el Echium, la viborera tan difícil de determinar de este piso bioclimático;
todo apunta a Echium flavum, de los prados de siega de la cara norte, pero yo no lo veo ni en hábito
ni en ecología.
La endémica y escasa, en la cara sur, Centaurea avilae
Finalmente
llegamos al último cordal sobre la hoya de los Cotriles, que son unos picos que
asoman a media altura en la ascensión del fondo del valle hacia La Mira. La
vista es majestuosa, parece increíble que tantos arroyos, vaguadas y canales
vayan a parar al fondo de esta hoya; la pesadilla o el gran reto para cualquier
geomorfólogo. Aquí abajo se reúnen materiales rocosos procedentes de todo tipo
de procesos: torrenciales, coladas de bloques, glaciares, caída asistida, etc.,
en un revoltijo inextricable que debería saber discernir y que ha sido la
excusa para hacer esta excursión.
Véase el batiburrillo de acumulaciones de bloques de las más diversas procedencias que rellenan esta gran hoya
Tomo fotos
de las laderas que van a parar a los Cotriles y su hoya; me da
cansancio pensar en andar las dos o tres vertientes que tengo que estudiar,
pero la verdad es que el recorrido íntegro de la garganta Lóbrega me parece
unos de los mejores recorridos de todo Gredos, con el aliciente de que, como no
te encuentres un cabrero en las majadas bajeras, no verás a nadie en todo el
día. Aquí se halla también el mayor enebral de todo Gredos que une esta
garganta y la cabecera del Arbillas, espeso y en algunos puntos con encinas,
como dije antes.
El risco Pelucas con sus buitreras, junto con las del Fraile, las más altas de Europa
Decidimos
subir a la cuerda del Cuchillar del Amealito, algo más abajo de la famosa peña
del Chocarrón, un clásico reto para escaladores, pues a pesar de su escasa
altura, por cualquier via hay que pasar un extraplomo y para bajar hay que
hacerlo de tal manera que se pueda recuperar la cuerda. Llegamos a una portilla
a partir de la cual empiezan las Cuchilleras y hemos tenido suerte, la bajada es
dura, pero muy factible, nos quedan más de 300m de bajada hasta los riscos
del Jugaero y luego por el tendido valle del helechal hasta la vertiente de
Galayos.
Descenso del el collado de las Cuchilleras hasta la plataforma del Nogal del Barranco
Desde aquí arriba hay unas buenas vistas de los Galayos, aunque no se
ve desde donde arrancan las agujas. No sé si esta localidad ha sido la que ha
dado nombre a la forma, un tramo o cordal de agujas ya directamente se
denominan galayos, al igual que un yelmo es una gran roca convexa pero de cima
curvada.
El risco del Águila y las Berroqueras, la parte inferior del cordal de Galayos, al fondo el Torozo y el Cabezo.
Da gusto
ver a las cabras salir corriendo a distancia, como dice Carlos, son cabras “no
contactadas”, de las que tienen miedo, no como las de la laguna grande o las de
cerca de la Plataforma. Aún así se nota mucho la presión sobre las plantas,
aunque con suerte logramos ver unas cuantas matas más de boca de dragón de Gredos,
unas en su típica posición, colgando de paredes verticales, y otras entre el
pedregal de los torrentes.
La endémica boca de dragón de Gredos entre los cantos rodados del Pelayos
Con mucho
esfuerzo vamos llegando a la vida forestal tras atravesar un enorme pringoso helechal que rezumaba una pegajosa sabia que te dejaba
los pantalones sucios y las manos pegajosas. También nos llamó la atención la
gran cantidad de pequeños enebros de color rojo anaranjado, parece que estos
tres buenos años anteriores crecieron, pero que ahora no han podido aguantar la sequía que arrastramos
desde mayo.
Tras las birras con limón del chiringuito de la plataforma nos quedamos como aquí el amigo