Hoy me ha
invitado Valentín a dar una vuelta por
los bonales de su pueblo, los famosos bonales de Puebla de Don Rodrigo, cuyas
mejores representaciones están protegidas bajo la figura de Microrreservas,
algunos desde 2002 y otros con
posterioridad. Una figura de protección idónea para pequeñas y
delicadas áreas con valores de gran importancia ecológica, no solo a nivel local, sino nacional.
Teucrium fruticans recordándonos que estamos casi fuera de la meseta por el sur
Los bonales
son pequeños pero completos ecosistemas hídricos debidos a la aparición de
manantiales en la base de algunas laderas con
una interesantísima
vegetación asociada a ellos. Son islas
verdes en medio del secorro monte mediterráneo, con una
vegetación que incluso escasamente, encontraremos en la cornisa
cántabro-pirenaica o en las cumbres del Sistema Central e Ibérico. Manifestando
muchas especies las localidades más meridionales de su área de distribución.
Los bonales son un ecosistema peculiar y representativo de la naturaleza en buen estado de conservación del oeste de Ciudad Real, desde los Montes de Toledo hasta Sierra Morena, donde en los últimos decenios, su declive parece inexorable. Son más abundantes en la zona central, a medio camino entre los dos macizos y en sus confines occidentales, los más lluviosos al marcar un pequeño, pero pluviométricamente importante, escalón entre la penillanura extremeña y la sub-meseta manchega.
Un arroyo pletórico de helechos reales
Serapias parviflora, una de la numerosas orquídeas de los bonales
Esta bonanza
en aguas, también ha sido la causa de su
transformación o desaparición, a la vez que
punto vital, para el asentamiento del hombre en el territorio. Casi se podría decir que la totalidad de los
pueblos y aldeas de los Montes de Ciudad Real han tenido su origen en un bonal, incluso algunos asentamientos poseen este topónimo.
La extraña orquídea Limodorum abortivum en el quejigar cercano a un bonal
Valentín, buen experto en orquídeas y mayor
aún en setas, conoce todo este
territorio al dedillo, él y sus compañeros y amigos del pueblo, a tiempo
completo o parcial, tienen el buen juicio de valorar y apreciar las cosas
buenas del campo; salen juntos siempre que pueden, a setas, a espárragos, a
ver plantas poco comunes o a bañarse en las tablas del Guadiana y disfrutan su campo como en pocos pueblos he visto. Siempre que pueden quedan, se organizan, hacen una ruta por el monte o cerca del río y pocas cosas escapan a
su curiosidad.
Escudriñando el terreno en el borde de un manantial
Hace tiempo que ando detrás de una orquídea muy rara, la Serapias
perez-chiscanoi o serapia verde, Valentín me comentó que el cree haberla visto
por estos bonales y vamos a echar un
vistazo y, de paso, ver si han
salido boletos. Nos dirigimos a raña Maleta, una raña (las llanas y poco inclinadas peanas de las serretas de cuarcitas, formada por angulosos bloques de cuarcitas empastados en una matriz de arcillas y limos rojizos), con varios de los más célebres bonales de La Puebla.
Para Valentín estas láminas reticuladas lo identifican rápido: Polyporus arcularius
Ya de camino, para abrir boca, en uno de los arroyos iniciales se ven mirtos (Myrtus communis) algo recomidos por la caza y el
ganado. Los bonales se ven con claridad, porque al estar vallados, para protegerlos del pastoreo, se resalta el
contraste entre esas zonas de lozana vegetación natural y los cultivados o
pastoreados terrenos exteriores.
Una gran pasarela rodea una de las vejigas de un bonal
Al atravesarlos veo que la vegetación arbustiva está en un buen momento, destacando la escandalosa floración, porque nunca había visto tanta aulaga ratera (Genista anglica), ni tan alta, ni tan florida, aunque quienes dominan son los brezos, en una amplia
gama, aunque ya pasados los brezos blancos y los de arroyo (Erica arbórea, E. lusitanica y E.
scoparia), empiezan a florecer los de turbera (Erica tetralix).
La vegetación
de los bonales varía mucho según su estado de conservación, de si han sido
manejados para sacarles agua para algún abrevadero o para regar huertos,
de si se encuentran muy pastoreados o si han sido levantados y
arados; malgastados en una poco productiva superficie que se anega siempre que
llueve algo más de lo normal. Del ganado o de la caza se protegen ellos solos
pues siempre a su alrededor crece una espesa orla espinosa de zarzales, rosales
y espinos, en muchos casos impenetrable.
Anthericum baeticum, una blanca joyita del borde de algunos bonales
Esa vegetación
que los coloniza varía en función de la cercanía al agua, a su constancia y régimen,
desde aguas quietas o “estagnantes” a corrientes. El monte
mediterráneo de encinas, quejigos o alcornoques, en su transición comienza a
llenarse de brezos, luego
se hace demasiado húmedo para quercíneas, a no ser algunos quejigos, hay más madroños, algunos hediondos, como llaman aquí al arranclán (Frangula alnus),
zarzas y helechos.
El paso a la vegetación más propia del humedal llega por la mayor abundancia de hediondos y sauces, aunque en los mejor conservados aparece el fragante arrayán de pantano o mirto de Bravante, un arbusto que podría tener una de sus mejores representaciones mundiales aquí, en el oeste de Ciudad Real. Este bello arbusto posee, para mi gusto, uno de los mejores aromas que jamás he olido. En las pocas zonas de centro-europa donde existe, un uso tradicional suyo es el de aromatizar la cerveza.
El brezo de turbera Erica tetralix
El arrayán de pantano o mirto de Bravante (Myrica gale)
El paso
siguiente ya es la turbera, áreas cercanas al nacedero, cargadas de agua
retenida por musgos y unos suelos formados por materia orgánica sin terminar de
descomponerse. Aquí ya escasean los arbustos, quedando solo los
especialistas en estos medios, como la genista ratera Genista anglica, el
brezo de turbera Erica tetralix, y otra genista, más herbácea que arbustiva, la
Genista tinctorea.
Las macollas más verdes son Carex lusitanica y las verde-grisáceas Molinia caerulea
En lo herbáceo,
y con las raíces en el barro, aparecen los pajonales o masegares, grandes macollas de gramíneas adaptadas a estas humedades, por un
lado las molinias (Molinia caerulea), de largas hojas acintadas, con macollas que
pueden elevarse hasta casi un metro por
encima del barro o del agua; y la parecida, pero mucho más verde y vigorosa, la gran cárice, (Carex
paniculata subsp. lusitanica), aunque en arroyos más protegidos y sombreados, se
ve la enorme Carex pendula; bajo ellas, a veces, aparecen micro-céspedes
floridos como los de Anagallis tenella o Scutellaria minor o las acuáticas Eleocharis sp.,Callitriche, juncos y nano-juncos. También, menos dominantes, aparecen otras
gramíneas norteñas, como Dantonia decumbens y otras cárices como C. echinata, C. distachya, etc .
En los puntos iniciales del manantial cuando el estado de conservación es bueno aparecen las verdaderas turberas, suelos siempre húmedos con las permanentemente empapadas esponjas de musgos esfagnos, a veces creciendo tan apretadamente entorno al manadero, que los hacen elevar el punto de salida de agua por obstruirlo lateralmente con su espeso crecimiento, creando lo que aquí llaman “vejigas”, las llamadas turberas altas, acumulaciones turbosas en forma de montículos que pueden superar los dos metros de altura, pudiendo ser funcionales hoy , aunque la mayoría son relictas o heredadas.
Los musgos Sphagnos son las esponjas del bonal
Una vejiga de más de dos metros de alto, roedeada de una alta pasarela como atracción de visitantes
En estas zonas de esfagnos rezumantes es donde aparecen los verdaderos especialistas del
bonal (en otras zonas: tremedales, toyas o turberas), aquí aparecen las
plantas carnívoras: la drosera Drosera rotundifolia y la grasilla portuguesa
Pinguicola lusitanica, el algodonoso Senecio helodes y también rarezas
norteñas como Rhyncospora alba o los raros helechos Ophyoglossum e Isoetes. En
las pequeñas pocillas y arroyos iniciales flotan las hojas de los Potamogetum
polygonifolius.
Hace pocos días parecía una Serapia perez-chiscanoi pero es una S. lingua bastante clara
Esta vez no va a ser, unas serapias que hace una semana aparecían casi blancas,
ahora se muestran más rojillas, no es la serapia verde sino la más
común, Serapias lingua, muy abundantes y con una buena gama de tonos y formas. También vemos,
casi sin abrir alguna Serapias parviflora,
pero no hay nada de la otra, aunque algunos amigos de Valentín, me dicen, tras
ver varias fotos, que sin duda la han visto, y que tarde o temprano, darán de
nuevo con ella.
Serapias perez-chiscanoi era exclusivamente extremeña y solo de la cuenca del
Guadiana norte, hace unos años apareció
una población al oeste de Toledo, y el
año pasado se encontró otra cerca del límite con Ciudad Real. Aquí solo tenemos
noticias de Jesús Víctor García y María Jesús Fernández, que en el blog de
Arroba, hace tiempo dieron noticias de su hallazgo y unas fotos magníficas.
La auténtica Serapias perez-chiscanoi ciudarrealeña, foto de Jesús Víctor García
Tras un
repaso a los primeros bonales y ver un manantial de aguas casi
calientes, bajamos por el bosque, se ven muchas plantas
semi-parásitas, las grandes Orobanches o jopos, al poco me muestran un buen
rodal de una orquídea también semi-parásita, el Limodorum abortivum de bellos
tonos violáceos y flor sin terminar de abrir (abortada antes de abrir).
En medio de la sequía de esta primavera, Colombia canta el hallazgo de un boleto en buen estado, ese fue el único que apereció ese día y casi en todo el resto de seca primavera. Es un placer ir con gente primero, con tan buena vista y, segundo, tan conocedero de la naturaleza de su pueblo.
Jopos (Orobanche latisquama) bajo el quejigar
El único Boletus que he visto esta primavera
Vimos una virutas en el suelo, en
seguida, se buscó el nido de un pájaro carpintero, y además por los bordes con
plumón pegado, ya me dijeron, que no hacía falta asomarse, que tenía pollos. Al
poco rato, al remontar un arroyo, un nido y por el tamaño y el lugar, sin duda
de azor.
Remontamos un
arroyo que recogía el agua de varios bonales y vimos que tenía un alargado
bonal de ladera, casi imposible de andar, con bastantes genistas rateras,
brezo de turbera y mirto de Bravante. El arroyo
también gozaba de un ambiente húmedo y
sombrío y pudimos ver más mirtos
y helecho real (Osmunda regalis) en abundancia y bellas rarezas como Anthericum baeticum .
Nido de azor, como siempre, cerca de un arroyo
Pero lo más valioso de
estos vallejos es la gran biodiversidad que acumulan, incluso en lo arbóreo,
aparecen los alcornoques, quejigos encinas y algún roble, mezclando sus correspondientes cortejos, de arbustos (jaras, genisteas y brezos), junto
con todo lo higrófilo de bonales y arroyos.
Pero también me contaron de algún buen bonal recién desaparecido para crear un charca contra incendios (obra del estado) o una raña entera, como ésta, cuyos bonales habían sido arados no hace muchos años. A pesar de ser un Hábitat Prioritario y tener casi toda su vegetación protegida sobre el papel, todavía hay muchos bonales sin inventariar, sin proteger. No hacen falta muchas vallas o prohibiciones, solo saber lo que se tiene, cuidarlo mínimamente e impedir que nadie los destruya.
Los bonales son, como decía D. Salvador Rivas Goday, "Islas Atlánticas en un Mundo Mediterráneo".
Al fondo tonos grises del brezo de turbera (Erica tetralix) entre amarillos de Genista anglica en un bonal de ladera
Los bonales son, como decía D. Salvador Rivas Goday, "Islas Atlánticas en un Mundo Mediterráneo".