Para
quien haya viajado por lo largo y ancho de la península, no le cabrá duda de la
importancia que cobran los pinares hoy en día por su dilatado alcance
territorial. Dada su tremenda expansión de la mano del hombre, siempre
me ha sido difícil reconocer su auténtica y propia ecología, aunque con el tiempo voy reconociendo su papel en nuestros ecosistemas.
Los mayores seres vivos de Gredos, unos escasos Pinus nigra agarrados a las rocas
Este problema también se ha dado en la investigación
botánica, como le ocurrió con D. Salvador Rivas-Martínez que después de
caracterizar hace años, la totalidad de las asociaciones vegetales españolas (y mundiales), fue muy criticado por no reconocer la mayoría de los
pinares ibéricos. Posteriormente, con muchos más datos y estudios, ha ido
certificando la naturalidad de nuevas asociaciones vegetales que tienen en los
pinos su especie protagonista, pero sigue siendo muy difícil encontrar la vegetación
propia de muchos pinos, como los resineros y, más aún, la de los piñoneros, pues es casi imposible encontrar un pinar de garantizada naturalidad.
Resineros conquistando un enebral tras acorralar a los robles del sur de Gredos
Esta expansión del pinar, tergiversada como una expansión
del bosque, enmascara los grandes problemas ecológicos de nuestros montes, como cuál es su función y por ende, su futuro. Problemas que no se limitan a la
superficie pinariega, sino que afectan a la totalidad de la cuenca hidrográfica
inferior y a todo el medio ambiente en general.
Tras el incendio de Pedro Bernardo, llegaron las lluvias y provocaron coladas de bloques destrozando bancales, prados y todo a su paso
Con los años he visto que el pinar ha generado muchos más
casos perversos que positivos, lo que me lleva a una política, al menos de
contención, respecto a su implantación y desarrollo. Alguno casos positivos
han sido la repoblación de grandes áreas deforestadas como en las montañas
del sureste, con el clásico ejemplo de Sierra Espuña, donde se recuperó un
ambiente que había perdido su condición forestal; lo han sido las repoblaciones de muchas arbustedas y piornales castellanos de
paramera, tanto en la iberia caliza como en la silícea, y también lo ha
sido, la expansión del matorral y el bosque autóctono bajo su dosel arbóreo, lo
que no ha ocurrido de forma premeditada, sino a resultas de una, afortunadamente escasa, limpieza de montes.
Una variada vegetación autóctona prospera bajo la protección de las copas de los piñoneros, 20 años antes todo esto era un erial y antes monte bajo variado con encinas aisladas
La verdadera cara de ese hiper-crecimiento de los
pinares, ha sido, en gran medida, la pérdida de biodiversidad de
los ecosistemas autóctonos, el destrozo y abandono de los montes y el incremento
de los grandes incendios forestales, con sus ulteriores consecuencias de
grandes erosiones, pérdidas del suelo fértil y, todo ello, con un alto coste en
la lucha contra incendios, vía jornales, infraestructuras, medios aéreos e incluso en vidas humanas.
Pero para comprender el paisaje
forestal actual hace falta recurrir a un par de cuestiones de importancia. El
cómo eran los bosques españoles en el pasado y cómo ha sido la política
forestal precedente.
Desde la última glaciación en la península
hemos pasado por diferentes fases climáticas con avances y retrocesos de los
pinares, pero acercándonos a tiempos históricos, ocurre en todos los análisis
polínicos que hemos pasado de un mundo pinariego a uno de frondosas; a más
humedad, hayas, arces, robles y quejigos, y a menos humedad, alcornoques, encinas,
enebros y coscojas. Aunque esto no es tajante y varía por zonas.
La procesionaria de los pinos, un peligro para pinares fuera de su sitio y para personas alérgicas
En terrenos inestables el pino resinero no tiene competencia, sería un tipo de comunidad permanente
Históricamente el punto álgido de la
implantación del pinar vino a partir de los 50’ con la Dirección General de Montes,
posterior ICONA, donde se da salida a
varias generaciones de técnicos forestales con herramientas y maquinaria, para
poner los “vastos eriales” en producción. Se crearon políticas territoriales
“incontestables” que ningunearon el poder municipal sobre sus montes y se animó
la concertación de montes “consorciados” con miles de fincas privadas.
En muchos pinares la ausencia de vida vegetal bajo las copas y el peligro de incendio es palpable
En casi todos los casos se repuebla
con pinos, el más usado es el resinero seguido por el carrasco, convirtiendo lo que eran bosques o
sus etapas seriales, en monocultivos, creando espacios totalmente ajenos a las
comunidades rurales donde se implantaban. Usualmente la imposición del pinar
acabó con la ganadería de cabras, ovejas y abejas, con las majadas y
aldehuelas, dando la puntilla a muchos pueblos donde ya había empezado el éxodo
rural.
Con los 70’, tras la pérdida de uso y habitabilidad, el monte empieza a dar los primeros dineros y jornales, se explota la madera y se crean puntos de recogida de resina. Es lamentable
recordar el caso de pueblos que precisamente antes de sus fiestas patronales,
sufrían incendios, para que los mozos tuvieran dinero extra para el gasto
festivo. Pero esa bonanza no duraría mucho, a partir de aquí los montes dejaron de ser rentables, aunque diesen algunos jornales.
A partir de los80’
se produce la debacle de los montes españoles, el éxodo rural está en su cenit,
los montes han perdido mucha de su rentabilidad por la bajada de precios de la
madera y la sustitución de la resina por productos sintéticos más
baratos. La población se ha desligado de su monte que apenas se mantiene, los
caminos están abandonados y apenas hay ganado que antes limpiaba el monte. Es el
momento perfecto para los grandes incendios forestales de los 80’ y 90’ . Auténtico "Atila" de la naturaleza española, toneladas de CO2 al aire. azote para suelos y pantanos, y la cantinela más triste del verano.
Al pie de Sierra Morena y Montes de Toledo se ha repoblado con pinares de piñonero, pero no son de producción piñonera como los del sur del Duero
A partir de los
El areal de los pinares ahora es tan
enorme debido a su cultivo que es difícil discernir su verdadera naturalidad, en los
pinos más exigentes (albar, salgareño y negro) está clara su naturalidad a
pesar de la expansión artificial de los dos primeros, tanto en nuevos
territorios, como en áreas inferiores a las de sus bosques naturales.
El pino carrasco (Pinus halepensis) es propio del levante
y sureste por debajo de los 800m. pero más dificil es discernir su naturalidad en áreas interiores como los pies del Sistema Ibérico (Cuenca, Guadalajara y Zaragoza) o
incluso en los yesos madrileños de Villamanrique, aunque el cortejo florístico y
sucesional en algunos casos apuesta por su naturalidad. Tolera bien la sequía y
los suelos pobres como yesos y margas. En muchas áreas del sureste es la única vegetación arbórea y tiene potencial creador de suelos y de abrir el abanico vegetacional.
Pinos carrascos abatidos por el viento marino; otros pinos "marítimos" son el resinero de las costas del noroeste y el piñonero del suroeste.
El pino resinero (Pinus pinaster), también negral o
rodeno, a pesar de ser el más pirófilo, ha tenido una expansión exponencial, ya sea por plantación directa o
por el maltrato de los suelos forestales, (uso de maquinaria pesada en el campo,
apertura de pistas, infraestructuras, abandono de cultivos, incendios, etc.),
pues las posteriores secuelas erosivas, dejan disponible un suelo des-estructurado y roto, ideal para su colonización por este tipo de pino, pues
este tipo de medios inestables y arenizados son su auténtico nicho natural y es ahí donde se debería utilizar para asentar suelos e impedir avenidas. Se
baraja una raza del NW (subsp. atlantica), otra centroibérica (subsp. pinaster)
y otra dolomítica bética (subsp. acutisquama).
Carlos fotografiando pinos antiguamente trabajados por los resineros en un campo de bolos torrenciales
El pino piñonero (Pinus pinea), por dar piñones de buen
tamaño, ha sido tan propagado desde la antigüedad que hoy no se sabe de seguro
si es ibérico autóctono, aunque sí lo fue en un pasado cercano, como ocurre también con
el otro pino español, el pino canario que en la actualidad solo es
macaronésico. Es de zonas térmicas y arenosas, aunque puede aguantar el frio de
los arenales del sur del Duero, de donde procede la mayor producción mundial de
piñones. Combina bien con la encina dando un monte abierto y variado aunque apenas sin valor comercial.
El pino albar (Pinus sylvestris), de
alto fuste anaranjado por arriba, requiere más agua que el salgareño y la misma
o más continentalidad, por lo que forma el pinar más montano (a excepción de P.
uncinata); tiene la aguja pequeña y por ello bajo su dosel prospera bien todo
tipo de vida vegetal. Es el pino más cotizado por las madereras, más por su
calidad que por su rapidez de crecimiento. Favorecido por el hombre frente a robles y hayas. Tiene varias razas ibéricas dado el
aislamiento de las distintas poblaciones. Es el pino que alcanza las mayores
alturas ibéricas, tanto en suelos básicos como ácidos. A pesar de las repoblaciones, estuvo más extendido geográficamente que hoy en día, incluso en todas las altas sierras andaluzas del sureste. Con potencial en todas los grandes brezales y arbustedas de las montañas del sur de la Cantábrica, sierras gredenses y altas parameras castellanas.
El pino salgareño (Pinus nigra), también
laricio, doncel o cascalbo, es propio de las montañas calizas de interior, aunque
también aparece en los granitos del Sistema Central. Es el pino ibérico más
longevo, con ejemplares con nombre propio en numerosas sierras, aunque no llega
a tanta altitud como el silvestre. Es el símbolo de Cazorla y la Ibérica ; en su límite
altitudinal, la mezcla con el pino albar es habitual. Combina la tolerancia con el resto de flora del pino albar con una mayor resistencia a la sequía, tiene aún un gran potencial en toda la ibérica, Sistema Central (donde es residual), y las alturas de las sierras calizas andaluzas.
El pino negro (Pinus uncinata) es el
más alpino de todos, crece en lugares tan duros que su pinar es poco denso; es
pirenaico con un par de localidades en Gúdar y Demanda (Sistema Ibérico),
no es de uso en repoblaciones por su especificidad ecológica e hibrida con
facilidad con el albar.
Últimos silvestres entre los menos exigentes resineros en sierras deforestadas por quemas de piornal, un tipo de incendio no veraniego, y que por lo tanto, pasa desapercibido para los medios y autoridades.
La explotación económica de los pinares ha
cambiado radicalmente respecto a las pasadas previsiones de la mitad
del siglo pasado, (salvo en el Sistema Central e Ibérica soriano-turolense), ahora los pinares, a parte de haber sustituido a otros
tipos de bosque o matorral, han dejado de ser productivos. Salvo el pino
silvestre y algo el laricio (menos expandidos), la madera, mermada en su
valor, se destina a aglomerados; la industria resinera ha desaparecido; los
jornales del campo se han esfumado debido a la mecanización de las tareas; y
por otra parte, han crecido exponencialmente las partidas de la lucha contra el fuego, dándose
casos paradójicos de haber fuegos
provocados para que se gaste más en su extinción.
Sobre yesos se ha repoblado con pino carrasco, pero requiere una labor de subsolado que destroza el monte
Por contra ha aumentado la demanda
de madera de leña, que no es producida por los pinos; la necesidad de controlar
la retención de humedad por los suelos en las cabeceras hídricas de las cuencas
mediterráneas; los aprovechamientos variados del monte: cinegéticos, micológicos,
apícolas, recreativos, etc. que mayormente se dan en los otros tipos de bosque. Se ha perdido la oportunidad de la reforestación de tierras agrícolas, donde, a pesar de bastante autóctona, se ha repoblado mucho con pinos en áreas que nunca los han tenido. Incluso, muy a menudo, se ha repoblado desbrozando encinar y bosque autóctono en expansión natural.
El único pinar auténticamente natural de Gredos desapareció por la incompetencia y el miedo de los técnicos en el terrible incendio de Arenas de San Pedro, iniciado a 15km.
Por todo y pensando en el futuro y
en un supuesto cambio del clima en ciernes, es absolutamente necesario
llevar respecto a nuestros montes, una auténtica política de estado, totalmente
seria, comprometida y ecológicamente solvente, planteada a largo plazo y pensando en las futuras necesidades perentorias,
como la conservación y limpieza de las aguas, el mantenimiento y calidad de
vida de la población rural y por ende de los urbanitas, camperos vacacionales o
simples “respirantes”.
Ya no son tiempos de jugársela a una sola carta, la variedad y el respeto, a las personas, a las otras especies, al bosque y a la atmósfera, es algo que no puede ser relegado por planteamientos economicistas, planteados normalmente a corto plazo, sin contar ni valorar todas las variables y, muy a menudo, con las cartas marcadas para que alguien, en particular, gane con ello.
A algún ingeniero "lumbreras" se le ocurrió repoblar pinos en medio de una de las escasas poblaciones de roble alto-cantábrico, Quercus orocantabricus. No es una mala elección, pero hay miles de has. de brezal baldío para hacerlo.
Ya no son tiempos de jugársela a una sola carta, la variedad y el respeto, a las personas, a las otras especies, al bosque y a la atmósfera, es algo que no puede ser relegado por planteamientos economicistas, planteados normalmente a corto plazo, sin contar ni valorar todas las variables y, muy a menudo, con las cartas marcadas para que alguien, en particular, gane con ello.