viernes, 30 de septiembre de 2011

Las Serenas aguas de la Siberia

           Este título es un juego de palabras con dos de las regiones extremeñas más desconocidas, incluso hasta de los propios extremeños. En esta entrada voy a hablar de agua, de mucha agua. A pesar del absoluto desconocimiento que de esta región se tiene en el resto de España, esta region posee la mayor cantidad de aguas de la península y, probablemente, también de Europa. Estamos en la esquina oriental de Extremadura, región que desborda ligeramente hacia Ciudad Real, Toledo e incluso al norte de Córdoba,  Esta región ocuparía el oeste de lo que vengo en llamar la Oretania, esa enorme región natural entre el Tajo y el Guadalquivir, entre la Mancha y el centro de Extremadura, de la que hablaré más tranquilamente otro día.


Embalse de La Serena con sierra de Pela y castillo de Puebla de Alcocer al fondo


             La región no tiene grandes montañas, pero el desnivel entre sus aguas y las serratas cuarcíticas que la atraviesan hace parecer lo contrario. Desde el oeste de Ciudad Real hasta las zonas regables del Guadiana, estas serratas transversales a la red fluvial, ponen en comunicación Montes de Toledo-Villuercas con Sierra Morena. Estamos en el escalón occidental de la submeseta sur, las hoces o incisiones fluviales sobre las sierras son aprovechadas para tender diques, instalando sobre la red hidrológica numerosos embalses que regulan y aprovechan esos cauces. De igual manera ocurre más al norte con el escalón hacia poniente donde se aprovechan el Duero, el Tajo y sus últimos tributarios, aunque ya en la raya fronteriza.  Es la región de los grandes pantanos españoles y junto con las áreas antes referidas pueden almacenar hasta un 60% del agua embalsada en España.


A falta del Cíjara, García Sola y Orellana sobre el Guadiana, abajo Zújar y La Serena. (Google Earth)


El Guadiana tras cruzar acomplejado y encorsetado La Mancha, se fortalece con el Bullaque y tras pasar el Estrecho de las Hoces, pasa a Extremadura y se remansa en el laberíntico y montuoso Cíjara (1.500 Hm3); le sigue aguas abajo el García Sola (554 Hm3) ramificado como los dedos de una mano que se reúnen para ver los riscos, paraíso de ornitólogos,  de Puerto Peña cerca de su dique; y más abajo el Orellana (808 Hm3) con la primera playa fluvial española bandera azul europea.


Embalse de García Sola, colas en la penillanura y dique en un laberinto de sierras (Google Earth)

Más adelante, al Guadiana le llega desde el sur el Zújar con el pantano del mismo nombre (309 Hm3)  y, cortándole prematuramente la cola, el gigantesco La Serena (3.220 Hm3), cuyas colas llegan al extremo oeste de  Ciudad Real e incluso al norte de Córdoba. Este pantano sólo es superado en la península por la reciente presa de Alqueva en el Guadiana portugués y, en Europa por otra nueva presa en Grecia, existen algunos pantanos menores en otros cauces cercanos pero tras estas cifras, apenas cuentan.


Sierra transversales a los ríos dejan el Cíjara lleno de "fiordos" (Google maps)


            Las comarcas de esta gran región poseen nombres evocadores, La Serena, tierra de grandes pastizales merinos, a la que le sigue hacia el este de esta esquina nordeste de Badajoz, haciéndose el paisaje cada vez más agreste y variado, la Siberia extremeña con Herrera del Duque, y rematando este rincón extremeño, a caballo entre Toledo y Ciudad Real, la Calabria extremeña, con Fuenlabrada de los Montes y dividida por el ramificado Cíjara. La región destaca por sus exiguas cifras demográficas, no hay ninguna ciudad de importancia, a no ser por su límite occidental (Villanueva de la Serena y Don Benito).


Embalse de La Serena con las guadalupanas montañas de LasVilluercas al fondo


             Es una región agraria dedicadas casi exclusivamente a la oveja merina, de la que se producen quesos de alta calidad, y al olivo en las faldas de sus sierras. Las serratas y gargantas permanecen dedicadas a la caza o a la explotación forestal, con los polémicos pinares de mediados del siglo pasado que hoy día apenas producen para pagar los jornales de mantenimiento. Estos aprovechamientos, la escasa población y la ausencia de vías de comunicación de importancia crean las condiciones para un buen desarrollo de la vida salvaje. Siendo muy importante las poblaciones de rapaces, acuáticas y grullas, concentrándose en invierno la mayor población mundial de la especie, reuniéndose más de 30.000 ejemplares. Las llanuras de La Serena, más bien duras mesetas pizarrosas, están muy desarboladas pero son un importante hábitat de aves esteparias incluyéndose por este motivo, y no por motivo edáfico o climatológico, como uno de los hábitats esteparios ibéricos. Hacia el este los llanos dejan de predominar y están mayormente adehesados.


Pueblo de Capilla desde su castillo con  La Serena al fondo


            Vegetalmente estamos en los dominios de la dehesa extremeña, variada por lo variado del paisaje, con lo accidentado de sus pequeñas, pero abundantes sierras y riachuelos. La reina y señora del mundo vegetal es la encina que se enseñorea desde las cuerdas hasta los valles, pero destacan por su abundancia, primero al pie de las serratas o en las umbrías pero hacia el este de manera casi general, las masas de quejigos, que llegan también a formar dehesas. 


Grandes retamares en primer término y encinares al fondo


            El quejigo (Quercus broteroi) no llega a formar una completa serie de vegetación, pero hay lugares aquí y en el oeste de Ciudad Real en que se puede valorar esta posibilidad por ser cabeza de la progresión ecológica de la vegetación y crear con su presencia y sus suelos una serie de compañeros “verdes” que le siguen o preceden como con otras series de vegetación como la encina, el roble o el alcornoque.  


Entrantes y salientes de La Serena en dirección sur-norte


            El alcornoque también aparece con cierta abundancia, decantándose por los crestones rocosos, donde cae algo más de agua o por las faldas de solana, y forma dehesas en zonas más frescas, a veces alternándose con quejigos y encinas. Los robles presentan algunos rodales en las sierras de Siruela y Fuenlabrada-Villarta, pero su área potencial ha sido defenestrada a favor de los cultivos de pinos resineros y piñoneros (Pinus pinaster y P. pinea), e incluso existen unos pocos pies de acebos ya en su límite meridional absoluto.


Peñalsordo al pie de una serrata y muy cerca del embalse de La Serena


             Hacia el lado más térmico de la vegetación dan personalidad al paisaje los grandes y espinosos tamujares (Fluegea tinctorea) que acompañan a los arroyos invernales, destacando sobre todo en las zonas más deforestadas. En esos arroyos, con algo más de agua empiezan a aparecer las floridas adelfas (Nerium oleander) y en las laderas de las vaguadas sudorientales empieza a ser masivo el oloroso mirto (Myrtus communis). Es la vegetación llamada luso-extremadurense, con sus encinares, quejigares, alcornocales y puntualmente robledales. Con su vegetación hidrófila presentando tamujares, fresnedas y puntualmente alisedas.


Vista desde el castillo de Capilla

          
                 Este territorio tiene para mí, uno de sus grandes valores en sus increíbles dimensiones, no siendo posible fijarle un límite nítido hacia ninguna dirección de no ser hacia los regadíos del Guadiana, que también son una importante zona ornitológica. No puedo dejar de aconsejar disfrutar de esos paisajes y pueblos, para hacer respirar a la vista, tan necesitada de horizontes y de paisajes sanos que nos recuerden como y donde vivieron muchos de nuestros ancestros. Tras ver estos paisajes gigantes a uno le puede llegar a parecer claustrofóbico su cuarto, su calle o hasta su ciudad.





Info interesante: extremosdelduero.blogspot.com

jueves, 22 de septiembre de 2011

El Sueño de las Aguas Desbordadas


          Esta entrada está dedicada a Pedro A. González Moreno que tan bien supo transmitir lo que muchos sentimos los inviernos pasados con la vuelta de las aguas a esta reseca tierra. Un Guadiana vivo, unos acuíferos llenándose en una carrera contra la avaricia humana, pero sobre todo, vida, mucha vida al ritmo de las aguas. Las fotos pretenden acompañar las palabras de Pedro y mostrar un ápice de lo que pudimos vivir con esas aguas y sus frutos.


            Estamos acabando septiembre y junto con los tres meses anteriores apenas suman nueve litros de precipitación en Ciudad Real. Hay que decir que todos los demás meses superaron sus medias y que la situación aquí es mucho mejor que en otras zonas de España menos favorecidas este año por la lluvia. A ver si hay suerte y ocurre como los dos últimos años cuando llovío en la luna de octubre que "siete lunas cubre”. Hace dos años se llevó al extremo el refrán y en Aragón, donde esa luna fue de nieve, ya a la quinta luna y nevada, hasta los periódicos decían que ya solo quedaban dos nevadas más.           


            Llevamos dos años excepcionales de lluvia y estudiando la lluvia desde hace cien años, pocas conclusiones se pueden extraer dentro de tanta irregularidad, pero hay una que nos dice que los periodos de sequía vienen a durar una media de cuatro años y los de lluvias dos. Espero que esto no sea matemáticamente exacto y que podamos disfrutar de un nuevo años de aguas. Con el invierno del 2009-2010 se llenaron todos los ríos, lagunas y embalses, el cambio de paisaje fue total.



             Un día de marzo de 2010 recuerdo haber leído, en "El Lanza",  un artículo que me dejó impresionado “El sueño de las aguas desbordadas”. Tal fue la impresión que me causó que busqué al autor, Pedro Antonio González Moreno, hablé con él y le pedí permiso para repartir su artículo en una Conferencia que tuve el honor de dar celebrando el Día Meteorológico Mundial en Castilla la Mancha. Posteriormente he disfrutado mucho leyéndole, tanto en prosa como en verso, lo que recomiendo sin dudarlo. Todo lo que dice lo hemos sentido muchos en esta tierra, pero nunca lo podríamos haber comunicado mejor. Gracias Pedro.




El Sueños de las Aguas Desbordadas

          Se cumplió por fin en La Mancha el sueño de los ríos. Se cumplió con la errática pero implacable periodicidad de los ciclos naturales, que no faltan jamás a su cita. Se desataron todos los elementos y el sueño de las aguas desbordadas inundó la llanura, para devolver a La Mancha una estampa de inviernos muy antiguos que no figuraban ni en las páginas de los más viejos calendarios. Entre la maldición bíblica de la sequía y la maldición cíclica de los diluvios estacionales, la lluvia se hizo real en la llanura como para demostrar que el milagro sigue siendo posible todavía.


          Y gracias a ese milagro, en las Tablas de Daimiel se apagaron las hogueras humeantes de las turbas, bogaron otra vez las barcas, y los tarayes volvieron a peinar sus ramas sobre el espejo del agua. Y aunque los Ojos del Guadiana aún continuaban sin manar en Villarrubia, las esquilmadas cavernas interiores del suelo manchego comenzaron a rugir y a saciar su sed, después de tantas décadas de sobreexplotación y de sequía.


          El mágico y desmemoriado Guadiana recordó su curso y, exhibiendo su musculatura fluvial, volvió a dar saltos de trapecista en Ruidera, donde las lagunas recobraron el ruido de su nombre, que fue siempre el ruido de la vida. El viejo padre Guadiana, con sus ojos todavía cegados, se ensanchó hasta las ruinas de Calatrava la Vieja, cuyas murallas en otro tiempo le pertenecieron; y cansado de ser un río mendigo, se convirtió otra vez en príncipe de los prodigios, y mostró la inmensidad de su poder, que no conoce límites ni sobre la tierra ni por debajo de ella.


          Río prestidigitador y siempre caprichoso, el Guadiana no sólo volvió a estallar en Ruidera con rumor de cascadas, y no sólo se sumergió de nuevo antes de devolver a las islas de las Tablas su condición de islas verdaderas; también llegó a invertir su curso desafiando todas las leyes fluviales, después extendió su corriente hasta los arcos del puente Viejo de Alarcos y, mucho más hacia el oeste, incluso se atrevió a desbordarse, distraídamente, en los perezosos meandros que traza antes de llegar a Puebla de Don Rodrigo.


          Pero más acá, donde el Guadiana es joven todavía, vimos un extraño paisaje de socavones y hundimientos, causados por la circulación subterránea del agua en las profundidades del acuífero. Igual que le ocurrió al Azuer o al Guadiana en Daimiel, o al Cigüela en Alcázar, la tierra, hueca y reblandecida, abrió sus fauces sedientas para tragarse los ríos. Y esos socavones, abiertos como respiraderos del infierno, parecían pozos naturales que nos recordaron la vergüenza de esos otros pozos -legales o ilegales- que habían sido excavados por la mano del hombre.


          Vimos los olivares y las quinterías y las viñas inundadas, y también otras inundaciones más ocultas, pero no menos insólitas, como la cueva del Cerro de la Encantada, que se llenó de agua como para reivindicar, en el corazón del Campo de Calatrava, su primitiva función de aljibe. Y despeñándose por la Atalaya calzadeña, vimos escorrentías que rasgaron las laderas y dejaron en ellas tallado el violento arañazo de sus cárcavas.
          Llovió vallejianamente como nunca y los pantanos, igual que juguetes hechos a la medida de los hombres, fueron incapaces de albergar un diluvio que parecía hecho a la medida de los dioses. Y desde los embalses de Peñarroya o El Vicario, desde Vallehermoso, el Fresneda y el Jabalón, o incluso desde la titánica presa de la Torre de Abraham, se precipitaron torrentes que los cauces, olvidados ya de su costumbre, no pudieron absorber. Los menesterosos afluentes del Guadiana despertaron de pronto y pudimos asistir, sobrecogidos, al espectáculo de un Jabalón indómito que en Granátula inundaba la ermita de la Virgen de Zuqueca y cubría los restos de su necrópolis; o que más allá, bajo el puente de Ballesteros, rugía con un fragor de aguas bravas.


          El Azuer vio cumplido su sueño de anegar Manzanares y de llegar hasta los cimientos de las casas de Daimiel. El Záncara recuperó la memoria perdida de su caudal, el Cigüela volvió a cubrir, milagrosamente, los cuarenta ojos del puente de Villarta, y hasta el Tirteafuera vio que, a su paso por Argamasilla, se levantaban diques para contener sus crecidas. Y al poderoso Bullaque lo vimos creciendo y desbordándose, con delirios de un mar represado, en la Torre de Abraham; y más tarde, en su desembocadura, lo vimos poniendo cerco a las calles rampantes de Luciana.
          Vimos un tumulto de arroyos que recuperaron, de golpe, su identidad perdida, y que vieron también hacerse realidad su sueño de aguas desbordadas: el Alhambra, que inundó las tierras rojas del Campo de Montiel; el Pellejero, que despertó, tras quince años de letargo, para anegar los campos de Torralba, o el arroyo Sequillo, que convirtió Calzada en un pueblo sitiado por el agua.


          Fue la canción antigua de los ríos, el sueño de los cauces desbordados. Fue el grito ancestral de la naturaleza, ese grito que después la Administración y la prensa reducen a frías estadísticas, a una enumeración de daños para la declaración de zona catastrófica. Pero la naturaleza carece de conciencia y de piedad, no comprende el lenguaje de los regadíos, ni el de las promesas electorales, ni el de las atrocidades urbanísticas. La naturaleza se limita a fluir, igual que los ríos, y como ellos sólo pretende encontrar unos cauces que le fueron, en algunos casos, usurpados.


          Esquilmamos la naturaleza y acotamos con vallas o con muros unos territorios que sólo a ella le pertenecen. Construimos diques para represarla y luego nos asombramos ante las embestidas de su poder telúrico, que algunas veces parecen adquirir el color de la venganza. Edificamos en las riberas de los ríos y luego nos lamentamos de que las casas se inunden. Actuamos como la peor fuerza erosiva de la tierra, y después nos resultan incomprensibles y crueles las catástrofes naturales, que nos sitúan ante el espejo de nuestras miserias, de nuestra impotencia y nuestra pequeñez. Y sin embargo, a pesar de nosotros, la naturaleza, como los ríos, sigue su curso, bella o devastadora, pero indiferente siempre, ajena a nuestros intereses y a nuestros sentimientos.


          Entre la maldición y el milagro, las aguas volvieron a adquirir en La Mancha las tres dimensiones del asombro: discurrieron, se desbordaron y saltaron en una danza cíclica y lujuriosa, tal vez irrepetible ya para nosotros. Pero esa pavorosa exhibición de la naturaleza tenía también una cierta fragilidad de espejismo. Se cumplió el sueño de los ríos; pero los sueños, incluso los más hermosos, son fugaces. Y que ese sueño se convierta en una realidad duradera, no sólo depende de la generosidad de los dioses, sino también – y en mayor medida- de la voluntad de los hombres.


                        Publicado  originalmente  el  16 - 03  - 2010   en    LANZA  -  Diario de Ciudad Real   -   
                                                                                            Pedro A. González Moreno                 



jueves, 15 de septiembre de 2011

Las Póvedas y los alamillos

        
              Hoy he visitado un lugar que por instantes me ha hecho olvidar el caluroso septiembre que llevamos por estas latitudes. Me he acercado a un paraje al sur del parque de Cabañeros, en otra de esas sierras que conectan este parque con el Guadiana y luego por otras, con Sierra Morena. Ahora que estamos en lo más seco del año, pues aún no hemos llegado al equinoccio que marca el comienzo de la temporada de lluvias, ha sido un placer ver estos arbolados lugares.


Fenomenal quejigo en medio de una pedrera a salvo del fuego

 Todo está seco, todo amarillo, menos las fuentes y manantiales, y este año gracias a las generosas lluvias de dos inviernos consecutivos todavía corren o permanecen “tablas” en los arroyos y ríos principales. El agua marca la diferencia en estos campos, este año abundan las huertas, pero otros años sólo existen escasos puntos de agua en el campo, son los bonales, manaderos a pie de monte, en que el agua mana lentamente del subsuelo, manteniendo una rica vegetación que nada tiene que ver con la que crece a escasos metros. Hoy el paseo es en Las Póvedas, con "v" y con acento, como también se llama así un tramo de la sierra bajo la que se halla. Esos nombres antiguos sugieren que en el pasado tuvieron una importancia territorial mayor que lo presente. Algo más moderno es el nombre Pobo que da Pobeda, es chopo y chopera, álamo y alameda; en Portugal aún se conserva el Povo o Povoa con "v".


Raña de Cabañeros y sierra del Chorito al fondo

Los bonales son relativamente abundantes en los Montes de Toledo; aunque estemos en Ciudad Real, casi todas estas pequeñas sierras pertenecieron por siglos, a la ciudad de Toledo y otra parte de la región formó parte de los Estados del Duque (de Medinaceli), que jurídicamente ha amparado una mayor colonización que la parte "toledana". Una muestra, con gran influencia en la ecología del lugar, de esta diferente gestión histórica de los montes, es la abundancia de grandes propiedades cinegéticas en lo toledano, frente a lo comunal y el mayor aprovechamiento de ganado caprino en los Estados del Duque.
Se puede decir que casi todos los pueblos y aldeas de la región, se formaron en torno a las mejores fuentes y bonales, hoy en los pueblos grandes es difícil de ver, pero en los pequeños, “anejos” o “pedanías”, se puede apreciar perfectamente, pues abajo del caserío siempre aparece una pobeda, olmeda o sauceda o como poco, unos grandes juncales rodeados de las huertas del poblado. El Cebero, las Ravinadas, el Trincheto, Navalrincón, Navajarra, el Alcornocal, El Bonal, el Sotillo, etc., son claras muestras.


Brezal ramoneado hasta la madera por las cabras

Por los bonales que acabo de ver, no hay pueblos, si acaso más adelante, las casas ganaderas de Navalrincón y Navajarra, a los pies de la sierra homónima, lo que sí que hay son caseríos que aprovechan estos manaderos para dar de beber a sus rebaños de ovejas y cabras.
Estamos en un ambiente de bosque mediterráneo bien conservado, no en vano se puede ver hacia el norte la famosa raña de Cabañeros. La vegetación aquí responde a un aumento pluviométrico y una condiciones algo más “montanas” y, si bien el roble aparece más en la toponimia que en la realidad, el que sí se enseñorea del territorio es el quejigo, el occidental Quercus broteroi, también se puede empezar a ver el alcornoque Quercus suber, donde en Ciudad Real su área casi coincide con los rebordes provinciales de la mitad occidental, marcando una “C” desde el puerto del Milagro en Montes de Toledo, hacia el oeste, bajando por casi todo el límite con Extremadura hasta Sierra Morena, donde llega hacia el este hasta poco más allá de Despeñaperros.


Alcornocazo, casi inexistente hacia el centro provincial

Ya conocía el grupo de castaños de las Póvedas, pero no dejan de sorprenderme y a las seis de la tarde con casi 35ºC no puedo sino refrescarme como en un baño, en el verde frescor de su hojarasca. Se mantienen bien vivos sin cuidados y sobre un suelo apelmazado por el pisoteo del ganado. Me entretengo un rato haciendo fotos de los dibujos de su corteza y raíces.



Otro arbolillo muy abundante por esta zona es el piruétano o peralillo silvestre Pyrus bourgueana, de tendencia hidrófila pero no tanta como para aparecer en los bonales. Según me cuenta mi primo Álvaro (agente medioambiental en Montes de Toledo) tienen una enfermedad que los está diezmando a cascoporro. Aquí veo muchos sanos y, salvo algún difunto, la verdad es que sí están casi todos tocados, pero sólo en sus ramas superiores.


Piruétanos o peralillos "tocados" en sus ramas altas

       Desde Alcoba de los Montes hacia el oeste, cada bonal se puede localizar desde lejos por la presencia de grandes árboles, poco numerosos, de hoja caduca, ya sean chopos, sauces o castaños. Luego la sierra acaba en la cuenca del Bullaque, pero al otro lado en condiciones parecidas a éstas, pero más de solana, vuelve a aparecer el mismo tipo de vegetación. En esa vegetación tan peculiar destaca poderosamente un tipo muy especial de chopo, el alamillo, el pobo de la pobeda, el árbol que le presta el nombre a la sierra y lugar.
El alamillo también se podría llamar chopo de bonal, o álamo oretano, pues su área  coincide a grandes trazos con la prerromana Oretania, las zonas montuosas entre el Tajo y Sierra Morena. Es un álamo muy cercano al álamo blanco (Populus alba), pero tiene un fuste muy recto que casi nunca se divide en ramas de importancia y su corteza es muy blanca, sin erosionar u oscurecer o sólo lo acusa en su base, a parte de ser una planta amante de los suelos ácidos. Estas características y detalles menos obvios en la morfología de hojas y amentos, lo diferencian claramente del álamo blanco Populus alba.


Alamillos de gran porte, véase la rectitud de sus fustes

He leído que podría tratarse de Populus x canescens (como señala Jesús Charco en su "Árboles y arbustos de CLM), un híbrido entre álamo blanco y álamo temblón (Populus tremula), al que se parece de joven en lo masivo de sus rodalillos y en sus formas; pero un híbrido no tiene esa capacidad de reproducirse tan promiscuamente, además su “padre” temblón más cercano o está en el norte de Gredos (excepto al sur, en el Piélago) o en los altos arroyos de la Serranía de Cuenca.
También he leído que es un “cultivar”, un híbrido de jardinería, como tantos otros chopos, un árbol de sombra que se podía comprar o simplemente trasplantar, pero lo pongo en duda a pesar de haber visto en las áreas fronterizas de su areal, ejemplares de chopos intermedios entre éste y el chopo de italiano (Populus italica), cerca del cordal principal de Montes de Toledo, o entre el alamillo y el álamo negro (Populus nigra), por umbrías de Sierra Morena. Sería por tanto necesario un estudio genético para identificar correctamente este chopo de los bonales.


Rodal de jóvenes alamillos que recuerdan a su  cercano pariente el álamo temblón

Hace mucho tiempo me enteré de que en Montes de Toledo existían abedules; los estuve buscando por muchos vallejos y siempre desde lejos los cría ver, pero al acercarme ilusionado me encontraba con estos alamillos. Más adelante fui encontrando esos famosos abedules y veo que ocupan un nicho ecológico muy similar, pero más agreste, más duro; el abedul es más especialista que el alamillo que parece más termófilo y a pesar de ser de suelos ácidos, no puede vivir en esos medios tan pobres en nutrientes (suelos oligótroficos lavados).
La verdad es que es difícil encontrar bonales en buen estado, casi todos tienen algún tipo de aprovechamiento aunque siempre lo han tenido, a no ser que estén en localidades muy agrestes o lejanas. Suelen tener, o mejor dicho, haber tenido, huertos asociados, es por eso que muchos con el abandono rural, se han vuelto a naturalizar pero aún conservan algún frutal incluído entre quejigos y sauces, o incluso como muestro en una foto, el resistente membrillo que puede llegar incluso a expandirse por el arroyo; en Sierra Morena no daba con una especie de arbolillo que colonizaba un buen trecho de garganta hasta que lo vi por otros ríos, era el membrillero y juega un buen papel ecológico en la protección de márgenes fluviales en ausencia de vegetación de más valor.


Alamillos y membrilleros en el otoño de las Póvedas hace un par de años

El uso más usual de un bonal es el de servir de suministro de agua, bien para uso agrícola o ganadero que es lo que ocurre aquí en las Póvedas o para consumo humano y abastecimiento de pueblos, pero con el tiempo se les ha pedido más agua de la que daban y se les ha drenado para acelerar el flujo de agua hacia el lugar que se necesitase (una balsa, una goma al depósito de un cortijo, un pantanillo, etcétera). Es curioso ver el contraste, en esta parte de las Póvedas que se llama fuente de las Canalejas, hay una pequeña propiedad vallada de antiguo, el cambio en vegetación no podía ser más claro, allí crecía un tropel de alamillos bordeado de un muro de grandes madroños frente a la casi rala vegetación al otro lado de la valla, expuesta al paso del ganado.


Alamillos y muro de madroños en un área sin ramonear tras una valla

Me pareció muy triste hace ya años, cómo al hacerse el pantano que abastece al Cristo del Espíritu Santo y Fuencaliente en la sierra de Malagón, se llenó de surcos de drenaje el bonal de El Valle, uno de los más salvajes y extensos de todo Montes de Toledo y se pobló de pequeñas casetas para bombas o compuertas de cañerías destrozando la rica vegetación del valle y bonal. Un inútil desastre natural cuando lo que hace un bonal es soltar el agua pausada y mansamente. ¿Por qué acelerar el proceso?, no hace falta reventar un bonal para que dé agua, si el pantano está poco más abajo, ya le llegará el agua más despacio y, probablemente, más limpia y constante.



Ahondamiento en el bonal para drenaje, véase la estéril arena blanca extraída

Pero el uso más usual de estos medios es el de abrevadero de ganado, aquí se nota mucho la presión del ganado. Cuando se pasa determinado “límite de carga ganadera” el bonal empieza a no poder regenerarse. Cuando la vegetación (varios tipos de brezos, grandes gramíneas y otras especialistas en estos pobres medios) deja de proteger el suelo, éste va perdiendo sus propiedades físicas y químicas que pueden hacer que desaparezca incluso el propio manadero. En otros bonales más bravíos el problema viene del “otro ganado”, de la caza mayor que a pesar de ser especies algo más cuidadosas y limpias (salvo el jabalí), puede sobrepasar la capacidad de aguante del bonal  y convertirse en bañeras de jabalíes sin vegetación alguna.


Sphagnum (con sus puntas secas) y hojas de Potamogeton

La vegetación de los bonales es un mundo aparte, aquí llegan muchas especies amantes del frescor y la humedad a su límite más meridional. Como me gustan mucho estos medios ya haré algunas entradas más sobre ellos, baste reseñar las especies fotografiadas, como el clásico musgo de turbera del género Sphagnum y todo un galimatías para concretar cada especie. Este musgo, que retiene tanta agua como una esponja, prácticamente define la turbera, si lo hay, es una turbera, si no, es casi una turbera.
Otras plantas que aparecen son Senecio elodes, aquí en un rebrote post-veraniego y el flotante Potamogeton polygonifolius, ambas especies muy exigentes. Los bonales en origen eran turberas, hoy si son ambas cosas depende sólo del buen estado de conservación del medio, vaya el nombre de bonal, para todo nacedero y el de turbera para el bonal y su vegetación asociada característica.



Más información:

     Sobre bonales, Ramiro García Río: Sierra Morena y Bonales oeste CR
     Sobre especies alóctonas ecológicamente útiles: Artículo en el Boletín de ARBA, por el autor de este blog

lunes, 12 de septiembre de 2011

Amable y los tejos

  

          Amable es un paisano de Melendreros en Bimenes (Asturias), solo tiene 91 años y lleva otros tantos aprendiendo, según dice. Este hombre que se ha criado en el monte de Peña Mayor en el centro de Asturias, ha sido minero, agricultor, ganadero, cazador y lleva ya muchos años siendo el protector de los tejos. Lleva años y años plantando todo tipo de árboles, en el monte y principalmente a la puerta de las cabañas, en los jardines de las casas y en lugares públicos. Pero siente devoción por un árbol en especial, un árbol de leyenda que te va atrapando a poco que empieces a conocerlo, hablo del tejo, el teixu, el Taxus baccata.



Paisaje hacia Peña Santa (Picos de Europa) con un par de tejos abajo a la derecha

            Amable recoge semillas y hace planteles, los deja crecer y luego los trasplanta allí donde se lo piden. Luego les sigue la pista e intenta subsanar cualquier problema que se presente, por sí mismo o pidiendo ayuda. También vigila los del monte, un monte lleno de topónimos que a veces se corresponden con la realidad, como en la ruta que hicimos con él de guía, el monte Texeu muy cerca de las cimas del macizo de Peña Mayor, en otro lugar, los Teixones, no queda ni rastro de ellos.
Vimos venerables ejemplares de tejo, comparables en lo vegetal a nuestro guía en lo humano, unos subidos a las peñas, otros creciendo en grietas de la roca, en posiciones variadas y con todo tipo de formas. El que más me llamó la atención fue uno con historia, la historia de un joven que con otros se tuvo que refugiar de una dura tormenta en el hueco de su tronco donde, como la tormenta no cejaba, tuvieron que hacer fuego para pasar las horas de frío que duró, la huella del fuego se podía apreciar en el techo de la oquedad. Ese joven era Amable y sus amigos hace cerca de ochenta años.


Tejo subido a la roca caliza

Desgraciadamente pudimos constatar que a pesar de los imponentes ejemplares que vimos, muchos de ellos presentaban ramas secas, crecimientos extraños, mordiscos de venados o ataques de hongos. Eso sin contar el gran número de pies secos y como dada la calidad de la madera (parte de la culpa de la desaparición del tejo), permanece largos años a la intemperie, todavía se pueden ver entre las rocas, hoy desarboladas, los esqueletos de algunos gigantes.


Campa medio levantada por los jabalíes

Subiendo a la Campa Gües, donde hay un chigre (tienda-cantina), vimos demasiados coches allí aparcados, Amable cayó en la cuenta de que era la fecha (10 de septiembre) del homenaje que desde hace pocos años se rinde a los asesinados y lanzados al temible Pozu Funeres, por revolucionarios (o sospechosos) en la terrible y larguísima posguerra asturiana. En Asturias el sentimiento relativo a la Memoria Histórica está a flor de piel, no en vano esta región pasó por el triple de luchas y represiones que el resto del país, pasó por la Gran Huelga de 1917, por la Revolución de 1934 y por la Guerra Civil.
 Fue en 1948 cuando una cuadrilla de civiles y guardias fueron recogiendo a unos veinte paisanos de la zona, les torturaron y tiraron vivos al Pozu Funeres, una profunda y pulida sima de veinte metros de profundidad cercana al cordal del Peña Mayor y ya cargada de terribles leyendas. Amable nos contó que tras enterarse de que algunos de los masacrados eran buenos compañeros suyos, se armó de valor y bajó con sogas y traveseros el solo a la sima, pero ya no encontró sino los restos de un animal de cuatro patas, en una pequeña galería horizontal al fondo de la sima, un bombero de Laviana ya bajó un tiempo antes y sacó los restos, tal era el miedo y el silencio sobre estas cuestiones.

Arriba izquierda, homenaje a los represaliados ante el Pozu Funeres

Una curiosidad en el cordal cimero es la presencia de un pequeño monumento a la guitarra, simbolizando un cariñoso recuerdo para el cantante de Canción Asturiana, José González Cristóbal, "el Presi". Yo no pondría nada en las cumbres, pero esto siempre es mejor que las cruces o vírgenes del Pilar.

Los bosques por los que anduvimos se encuentran en recuencos entre cresteros calizos o laderas muy inclinadas llenas de rocas de punta del “lapiaz” calizo han conseguido mantener el disperso bosque a buen recaudo de los fuegos pastoriles o han dificultado la extracción de madera. De no ser por los tejos, muchos de ellos inventariados como centenarios, esta ya sería de por sí una zona de alto valor por sus impresionantes acebos. Es muy propia de este tipo de medios los bosquetes mixtos en los que se hermanan y abrazan acebos (Ilex aquifolium), espinos (Crataegus monogyna), avellanos (Corylus avellana), tejos, hayas (Fagus sylvatica) y viejas hiedras en franca promiscuidad.


Dos troncos de acebo naciendo en lo alto de un tejo

Esto ocurre también en las partes altas de todas las calizas sierras norteñas entre el mar y la Cantábrica, cuyas cimas aparentas hueveras hechas de crestones calizos que se cruzan para dejar las concavidades de cientos de dolinas y vallejos ciegos, donde se acumulan arcillas y hojarasca, aíslan del fuego y del fuerte viento reinante a estas alturas; estos extraños lugares son auténticos viveros. Muchas de ellos tienen “ponors”, simas o pozos de salida de aguas al interior del macizo calcáreo, apareciendo en el macizo casi todos los ingredientes de la morfología kárstica.
El tejo tiene una biología compleja y azarosa en comparación con otros árboles. Su leño aparece conformado por “haces” de vasos que conforman el tronco y funcionan yuxtapuestos y como “independientes” del resto del organismo. Si el árbol se quema y se salva alguna rama y su haz, puede remontar y regenerar un árbol aparentemente muerto; también si un tejo cae un haz o varios que tengan todavía raíces vivas puede levantar de nuevo el árbol. La dureza de estos haces permite que un tejo pueda convivir con una hiedra manteniéndola a raya, como aprisionada sin posibilidades de desbordar su crecimiento y matar a su planta hospedante como es corriente con otras especies arbóreas.


Venerable tejo milenario

Los tejos también se comportan como soporte de otras plantas y árboles, es muy corriente verlos como tiesto de avellanos, acebos u otros, que pueden crecer en combinación siempre que éstos tengan acceso a un suministro adecuado de nutrientes pues cuando agotan las posibilidades de la concavidad o grieta en el tejo, mueren sobre él.
Paramos a almorzar, sacamos nuestros bocatas y Amable saca su tortilla de patatas y su plátano “para los calambres”, nos sorprende al sacar una botellita de Cune y un vaso a juego, bebe hasta que sentencia que como siga “adiós gobierno”. Parece que una vida sana y rica en experiencias y, sobre todo, calma y buen humor son cimientos indispensables para llegar a esta edad, y como siga con ese humor y esa paciencia con los demás, pudiera llegar a Matusalén.

Ante el tejo medio quemado de la cueva

Paseando, curioseando, investigando y aprendiendo, así vamos todos, incluido Amable. Dice que hemos visto lo que hace años no veía, tres retoños de tejo, ínfimos, uno del año y, probablemente, demasiado expuestos a los herbívoros.
Ahora tienen todas las hembras (es un árbol dioico: macho y hembra en diferentes pies)  sus jugosos frutos, unas corona esférica de color naranja-rojo, dulce y pringosa (arilo), en cuyo interior se encuentra una única semilla. Las comemos con gusto y nos guardamos las semillas o las plantamos sobre la marcha. En una avellano veo una semilla de tejo pegada, no lo pensaba ni por asomo, tiene además de la dispersión por el estómago de animales, la misma técnica que el muérdago (Viscum album), un pájaro come su viscoso fruto, queda pegada en su pico y tiene que ir a frotarse contra algo para quitárselo y ahí queda fijada la semilla. También en una cavidad de un tejo vemos un brote germinado en un mar de cáscaras de semillas acumuladas, quizás por años, por algún lirón. Otros tejos aparecen con los troncos cubiertos como por una “borra” verde que no es sino cientos de brotecitos de ramas.


Listos para el almuerzo

El impresionante día con el que hemos andado empieza a enturbiarse de brumas que van cogiendo cuerpo y se transforman en una espesa niebla. La situación sería dramática si no fuese porque vamos con el mejor conocedor de esta montaña, casi noventa años pateándose todas estas rocas. Volvimos entre sombras al punto de partida donde volvió a abrirse de luz en una breve despedida al último sol del día.
Amable nos cuenta sus historias de mineros, de cazador, principalmente de raposas, que le sirvieron para traer algunos dineros a su casa cuando pagaban por las alimañas y por su piel, de los tiempos en que era normal cazar urogallos en los bosques de Redes y Sobrescobio, de cómo están volviendo los rebecos a esta peñas y de cómo ha aparecido el venado que nunca vivió por aquí. Amable dice que con ellos, “de los texus sólo va a quedar el nombre” pues hasta hoy no había visto regeneración ninguna a pesar de la buena germinación que tiene, además pudimos apreciar los mordiscos de los venados en la corteza de varios árboles.


Tronco afectado por un hongo

Es increíble lo extendida de la idea de que son árboles venenosos en todas sus partes excepto el dulce arilo de su semilla, como reza en los libros consultados. Su arilo, el cúmulo de cáscaras de su semilla, el ramoneo de sus hojas por ganados y caza, y los mordiscos en su corteza, cuando el resto de especies del bosque estaban sin morder, parecen demostrar exactamente lo contrario. Una amiga (Manuela Redondo) en su tesis sobre Montes de Toledo, recalcaba el odio que mostraban los pastores de cabras toledanos a los tejos que quedan en esas montañas. Muy al contrario Ignacio Abella (La Magia de las Plantas, etc...) documenta con creces la veneración que sentían todos los pueblos por el tejo, su condición de árbol sagrado y protector. Como dice Amable, en su pueblo había uno enorme bajo el cual se reunían las autoridades para tratar los temas de importancia, como en muchos concejos asturianos y “lo que se acordara bajo el texu, era sagrado”.

Amable con las niñas encaramado a un gran tejo

Mucho han cambiado los tiempos, hoy el mayor peligro para los tejos son el cambio climático, la predación por parte de los herbívoros y la nula conciencia humana, que en muchos lugares por instalar cañerías o tendidos han arramblado hasta con tejos históricos y, por supuesto, protegidos. El caso de la cercana montaña del Sueve (Reserva Regional de Caza desde 1966), es dramático, desde los años 60 se introdujo el gamo y es hoy una apreciada especie cinegética, tanto que queda por encima del valor de su monumental Tejeda o del Hayedo de la Biescona, el de inferior nivel de España. Parece que se empieza a controlar el número de reses, pero sigue sin haber regeneración en ese auténtico paraíso botánico.
Desde hace un par de años ante un Manifiesto para la Protección Integral de la Tejeda del Sueve por parte de la comunidad científica está en tramitación la declaración de la montaña del Sueve como Reserva de la Biosfera, o la de Monumento Natural, tras la ya existente, pero inocua, de Paisaje Protegido. Protección necesaria sin duda, ya frente a la fauna o frente a los eucaliptos que ahogan las zonas de menor altura del llamado Paraíso Natural que es Asturias.


Hábitat cimero de los tejos de Peña Mayor

Situación parecida es la que vive Peña Mayor, aunque aquí la presión cinegética sea menor, el establecimiento de vallados temporales parece imprescindible para mantener o acrecentar estos monumentos naturales. Quizás haya menos que en el Sueve pero hay muchos más vigorosos ancianos que allí.

 Un árbol mítico, cargado de leyendas y, por desgracia, despareciendo a ojos vista de nuestros mejores montes. Gracia Amable, a pesar de tus muchos años, por dar tan buen ejemplo con tu inmenso trabajo.


La niebla se echa como una manta sobre el bosque de hayas

Más información:

memoriadelbosque.blogspot.com            Ignacio Abella
texu-wordpress.com                              Asoc. Amigos del Tejo
mistexos.blogspot.com                            Los tejos ibéricos
http://www.arba-s.org/ El libro del Tejo.    Editado por la Asoc. Recuperación Bosque Autóctono
amigosdeltejo.org