jueves, 31 de agosto de 2017

La Hoz de Valdoro



      La Hoz de Valdoro es una de las numerosas y poco conocidas hoces que cortan los cordales cuarcíticos de Sierra Morena en Ciudad Real. Esta espectacular sierra, está algo desacreditada por geógrafos y geólogos que la han venido tratando como un mero escalón entre la submeseta sur y el valle del Guadalquivir. Nada más lejos de la realidad, yo que tengo la suerte de conocer la mayoría de las montañas españolas, he de confesar que hoy en día es una de las más atractivas desde el punto de vista ecológico y que territorialmente, tiene una complejidad y unas dimensiones espaciales que ya quisieran para sí otras de mayor fama y altitud, como puedan ser Guadarrama, Gredos o los francamente parecidos, Montes de Toledo.

     
      Sierra Morena está formada por un sin fin de cordales cuarcíticos, casi todos con una dirección meridiana (este-oeste) y fue levantada por el empuje norte-sur de África sobre una red fluvial preexistente que fue “serrando” por sobreimposición fluvial esas cuarcitas que se alzaban, creando hoces en dirección norte-sur. Aparte de esto, la erosión remontante de los afluentes del Guadalquivir, muy superior a la producida por los afluentes del cercano Guadiana, fueron capturando valles, tránsfugas de la anterior cuenca de ese río mesetario que con un nivel de base muy superior, apenas tiene capacidad erosiva.

Paquetes de durísima cuarcita cortados en más de 600m de desnivel por el río Montoro
     
      Toda esta gran región quizás sea la mejor conservada de la península y la menos intervenida por el hombre, al ser un gran desierto demográfico y no contar con grandes ciudades, ni áreas industriales, ni infraestructuras, a no ser por la moderna línea del AVE entre Puertollano y Córdoba. Esta región aúna el norte de Andalucía con el sur de Badajoz y Ciudad Real y por su tamaño y lo intrincado de sus montes, no es de extrañar que aquí se hayan dado casos como el de Marcos Rodríguez Pantoja, (ver peli de Gerardo Olivares "Entrelobos"), el niño salvaje criado con lobos por estas mismas sierras o que Cervantes pusiera a meditar a Don Quijote  por estos lares.

Sierra de Solana del Pino y superficie de erosión colgada entre vallejos

      Se trata de un territorio casi “blindado”, dado que los terrenos públicos o Patrimonio del Estado, brillan por su ausencia. Estamos en la patria del latifundio, lo que contribuye al vacío demográfico y a su buen estado ecológico ¿ ?. Si los Montes de Toledo eran de banqueros y grandes empresarios, Sierra Morena es de la nobleza (incluidas Casas Reales) y de toreros famosos. Podría estar hablando de pueblos privados, de caminos públicos cortados, de pequeños propietarios acorralados o de furtivos, pero eso será parte de otras historias, algunas de verdadero feudalismo – Finca la Garganta, Venta de la Inés, baños de la Tiñosa, etc.
     
El día y el calor estaban como para imitar a estas inteligentes ovejas

      Estamos en los “invernaderos” de la cabaña ovina peninsular. Hace años se creó una estación, la de Alcudia-Veredas para el acarreo de ovejas que desde sus agostaderos eran traídas por los serranos que no querían andar tantísimo, para pasar todo el invierno aprovechando los pastos de estos campos y dehesas. Hoy venido a menos, la escasa rentabilidad de la oveja, perdido el valor de la lana y con una carne buenísima que no sube de precio desde hace muchos años, está poniendo el papel económico de estos “quintos” en entredicho y, cosa impensable a no ser en los peores años del hambre, muchos terrenos de ridícula fertilidad, se están arando para cultivar absurdas subvenciones europeas. Si tuviesen que vivir de lo realmente producido, nadie araría ni un metro cuadrado.
     
Al fondo la sierra de Solana de Alcudia,. Terrenos solo un poco más llanos que estos se están arando actualmente

      El resto de la economía productiva gira en torno al sector cinegético que bien desenvuelto y sin el blindaje al movimiento de los animales de los kilométricos vallados, podría tener un funcionamiento ecológicamente decente y no acabar, por ejemplo, con los últimos lobos de esta región como está pasando, si es que no acaba de ocurrir ya. Lobos que, como contaban los cazadores ingleses de finales del XIX, Chapman y Buck, les dejaron una noche de nieve sin caballerías y menos mal que llevaban caballerías.
     
Grandes terrenos cinegéticos al sur del Morrón de las Cagás, desde Flor de Ribera

      Al adentrarse en lugares como este, lo primero que llama la atención son las grandes dimensiones de todo, aunque en altitud rara vez se superan los 1300m en Sierra Madrona. Serretas de más de 40km que se conectan o van en paralelo a otras de similares dimensiones, valles interminables, mares de encinas, cientos de vallejos de un solo vistazo, pedrizas, crestones cuarcíticos contribuyen a acrecentar sus dimensiones. Por ejemplo, el Valle de Alcudia, al que pertenece este lugar, tiene una dimensión de 110km de largo, por unos 15 de ancho.
     
La Hoz dando vista a las cimas de Sierra Madrona

      La Hoz del Fresnedas, la del Jándula, Despeñaperros, la del Chorrillo o Río Frío, el estrecho del Borracho, el de Valmayor, son solo las mayores de ellas. Ahora, quién quiera descubrirlas que esté dispuesto a luchar contra todos los elementos, incluídas las vallas cinegéticas. La Hoz de Valdoro o la Ó como la llaman en Hinojosas de Calatrava, puede que sea la más accesible de todas, a pesar del lamentable estado del carreterín de este pueblo al pantano del Tablillas y el largo kilometraje de caminos hasta donde se deja el coche. La Hoz es un hachazo sobre la larga línea de la sierra sur de Alcudia, separando la sierra de Valdoro de la de Solana del Pino, en un corte desde los 500m de base a los 1166m del Morrón de la Plaza al oeste (excursión recomendable) o el Morrón de las Cagás de 1092m al este.
     
El Morrón de la Plaza domina con sus 1166m de altitud la sierra de Valdoro

      Hace unos años la finca de los Alamillos, término del camino, era privada, pero no había ningún problema con los propietarios y hasta esta casa se llegaba en vehículo; luego al ser pública aumentaron los problemas de paso, de multas o de permisos. A día de hoy, parece no haber problema y se llega en coche hasta una cancela cerrada, desde la que parte el camino hacia el río, bien por senda (recomiendo) o continuando por la pista hasta la casa de los Alamillos.
     
A partir de este punto toca ir andando

      El camino ha sido acondicionado en todo su trazado, pero los elementos, naturales y no tanto, lo están “naturalizando” poco a poco. Hay carteles con tiempos y datos, algún quitamiedos y escalerillas de madera hasta llegar a la cueva, denominándose a esta ruta senda de la Cueva. Hace bastantes años hice el camino en ambos sentidos hasta los pies del cerro Cervigón ya al otro lado de la Hoz, en plena Sierra Madrona. Hoy el camino a partir de la Cueva está muy desdibujado, pero con un poco más de trabajo y paciencia se puede conseguir, y merece la pena, pues la cueva es algo más de la mitad de la parte más espectacular y vertical de la Hoz.
     
Esta hoz del Montoro esconde una fantástica aliseda difícil de explorar

      El camino parte del molino de Flor de Ribera, acertado nombre para este idílico rincón del río Montoro, en el que hace años, veraneaba la gente de Hinojosas que al terminar sus fiestas de San Bernardo, bajaban con carros o tractores, con enseres para dormir, animales vivos y viandas para descansar y gozar de este pequeño oasis los últimos días de agosto, cogiendo peces en el río y comiéndoselos bajo toldos o a la sombra de los alisos, entre tragos de vino, bromas y risas.


Presilla o azud para desviar agua para el molino

     Hoy suena a “historia ficción”, pero es que hemos cambiado mucho, baste leer (yo lo haría obligatorio, para los habitantes del Valle) el libro de 1967 de Vicente Romano y Fernando Fernández Sanz, el "Valle de Alcudia", de la colección Botas de Siete Leguas de Alfaguara, para mí, con permiso del Viaje a la Alcarria, el primer libro de viajes en la naturaleza del solar hispano.
     
Vicente Romano y Fernando Fernández Sanz atravesaron todo el valle andando para contarlo en un magnífico libro del que hablaré en otra entrada

      No estoy en la mejor época del año, de hecho he madrugado y vuelto a la carrera para que no me martirice el sol del mediodía. Ya ha pasado la primera ola de calor del verano y todo está bastante achicharrado. Compruebo como el calentamiento climático está arrinconando a los alisos hacia el interior de la hoz, cuando antes había más en y entre Flor de Ribera y la Hoz. Las tablas que quedan en el río están llenas de galápagos y sus bordes llenos de huellas, de aves, de zorros, jabalíes o nutrias. Hasta aquí llega la verde y fresca orla fluvial de las grandes macollas de la Carex reuteriana, protagonista herbáceo de todos los cursos de aguas limpias y frescas desde aquí hasta el Atlántico.
     
Macollas de alta Carex reuteriana enmarcan las orillas y rocas del Montoro

      Desde lejos se vislumbra el magnífico bosque de ribera que recorre toda la hoz como bosque galería (ramas de una y otra orilla conectadas por encima del agua), agua que aunque escasa este año, sigue corriendo, incluso manando tímidamente al pie de las laderas y alimentando a una flora más norteña que de aquí, como Carex pendula o helechos como Osmunda regalis Athyrium filix-femina. A pesar de buscarla, tampoco he encontrado esta vez la fuente agria, de burbujeantes aguas sulfurosas que deja su anaranjado rastro casi en la misma orilla del Montoro.
     
Aquí dentro apenas se siente el verano del exterior

      Estamos en una de las regiones donde el bosque mediterráneo explota en toda su variedad de especies características y se ven, encinas, coscojas, quejigos, alcornoques, madroños, durillos, lentiscos o charnecas, labiérnagos, agracejos (ojo, aquí es la Phillyrea latifolia), espinos, mirtos, parras y todo tipo de jaras, brezos, retamas y cambrones. Apareciendo melojos y serbales en las partes más frescas y acebuches con sus esparragueras blancas en las más térmicas. La escasa altura y su latitud penaliza esta región haciendo que no lleguen aquí los árboles que sí que llegan a Montes de Toledo, como son abedules, tejos o loros, y a pocos kilómetros de la hoz, aparece en las cumbres de Navalmanzano, los restos del último pinar natural de Pinus pinaster del suroeste ibérico.
     
Agracejo, madreselva, lentisco y encinas

      El paisaje vegetal es el de los roquedos cubiertos de encinares, con algún alcornoque en situaciones más térmicas, sustituidos por enebros donde la piedra apenas deja espacio para el suelo. En las más fértiles y húmedas faldas de las laderas, entran quejigos y en los rincones más húmedos, ejemplares sueltos de fresnos apurando alguna oculta veta de agua. La aliseda de fondo de valle es compacta y continua, creando un entramado de raíces que fija el suelo y los une protegiéndolos de las avenidas fluviales que en muchos casos dejan esta red de brazos entrelazados al aire. También dependientes del agua, pero no tanto como los alisos, aparecen los fresnos junto al río o al pie de roquedos.
     

      Llama mi atención en todas estas hoces, la presencia constante y abundante de Phillyrea latifolia que llega a formar bosquetes y en ocasiones deja su habitual porte arbustivo para alzarse en árbol con unas dimensiones inusuales para la especie, siempre al abrigo de unas buenas condiciones que hagan olvidar el clima mesetario de la cercana Mancha. Estamos en Castilla la Mancha, pero todo tiene que ver más con Extremadura o Andalucía, tanto en lo climático como en lo litológico o botánico.
     
     
Ramillas de agracejo (Phillyrea latifolia), parecido al mirto, también presente


      Al internarme en la Hoz, la geología impone su dominio y protagonismo en el paisaje, poniendo la Mancha a años luz de aquí, con barrancos vertiginosos y rocas esculturales. Tras varios callejones y vericuetos llego a la cueva, rincón telúrico en el que habrán dormido hombres  con vida y conciencias en mis antípodas. Seguro que los rastros de las por esta región abundantes pinturas rupestres, fueron borrados por el hollín de las hogueras de cazadores, pastores y todo tipo de gente “balduenda” que anduvo por estos malos pasos: cazadores, bandoleros, huidos de la justicia o de la injusticia, como los últimos maquis que por aquí bandearon. Puede que por eso tiene esta cueva tantos nombres: cueva de los Ladrones, de los Maquis, de los Hurguines, de la Hoz y, últimamente, parece que cueva del Toro.
     
Cueva de los Maquis y geológica vista de paquetes de estratos cuarcíticos vistos desde ella

      Todas estas sierras, serretas y valles son pliegues o flancos de pliegues, estructura que hay que imaginarse subterráneamente para explicar el paisaje, pero que aquí aparece cortado para que se pueda ver el interior de la tierra, con sus paquetes de cuarcitas. El valle de Alcudia es el interior de un gigantesco anticlinal desventrado, donde afloran materiales precámbricos de los más antiguos de la península, formados por grauvacas, pizarras y en menor medida areniscas y conglomerados. La estructura cortada por la Hoz de Valdoro, es el flanco sur del anticlinal dando paso al sinclinal de Solana del Pino. Todo conformado por cuarcitas armoricanas paleozoicas del ordovícico que son las responsables, con su gran resistencia a la erosión, de mantener en pie todo el relieve Centro-Ibérico del Macizo Ibérico.
     
La cueva en la distancia en el centro de la Hoz de Valdoro

      Rincón magnífico de esta magnífica y poco conocida sierra, que desde el límite con Albacete al este, llega hasta prácticamente el cabo de San Vicente en Portugal y que en esta región, tiene en Sierra Madrona, con su umbría bien visible desde la Hoz, sus mayores cotas altitudinales.

     
     
Más info:   http://areasprotegidas.castillalamancha.es/rap/espacios-naturales-protegidos/enp-parque-natural/valle-de-alcudia-y-sierra-madrona/rutas/ruta-12