miércoles, 30 de diciembre de 2015

El Encinar Manchego Occidental






            La vegetación potencial de casi toda la región manchega son los encinares. Éstos no aparecerían en las escasas áreas salinas, en las más esteparias o en las antaño numerosas áreas inundables. Además el encinar sería sustituido por quejigares en las áreas más frescas y umbrosas, aún más escasas, pero presentes en la actualidad.

Las abundancia de esparragueras apunta la diferencia respecto a los demás encinares ibéricos

            El encinar manchego, llamado por los fitosociólogos Asparago acutifoli-Querceto rotundifoliae sigmetum, se extendería por la mayor parte del centro peninsular, desde Talavera a Albacete y desde Madrid a Valdepeñas. Pero no es un encinar homogéneo, teniendo variaciones florísticas debidas a diferencias litológicas, dentro de una dominante calcárea, y a las variaciones climáticas, tanto por lluvias, como por temperaturas o continentalidad.

Hacia el borde occidental manchego la presencia de suelos calizos queda manifiesta por la vegetación, en este caso el llamativo amarillo de Prangos trifida

            El genuino encinar de La Mancha es una vegetación en verdadero peligro. Ha pasado de tener una clara dominancia territorial hasta la Guerra Civil, a ir desapareciendo, de una manera lenta, pero inexorable, a causa de la intensificación de la agricultura. El mayor viñedo del mundo, se instaló en una área poblada mayoritariamente por encinares y campos de cereales. Las “manchas” de monte mediterráneo fueron desapareciendo al ser roturadas para dar paso a un monte adehesado que fue poco a poco reduciendo el número de encinas al mínimo.

Entre el encinar y los cultivos la flora basófila con Iberis  pectinata y Anagallis monelli

            Un factor importante, pocas veces tenido en cuenta en el estudio de la deforestación del centro peninsular, fue la lucha contra las plagas de la langosta. Antes yo pensaba que era algo que venía de África y que ocasionalmente golpeaba el sur de Andalucía y Murcia cuando soplaban vientos del sureste; pero no solo fue así, entre los siglos XVII y XIX fue un azote recurrente que diezmaba los cultivos provocando hambrunas y calamidades. Ante este mal, los encinares se roturaban para arruinar las puestas de las langostas y, ya de paso, se roturaba el monte o se le hacía desaparecer.

A parte de la caza, este suele ser el uso habitual del encinar manchego, escombrera de las fincas vecinas

            El golpe definitivo fue la extensión del cultivo de viñas para abastecer de vino barato a la capital del estado, aprovechando una epidemia de filoxera que arruinó los viñedos de gran parte del este ibérico. A pesar de que se lleva años diciendo que se están arrancando viñas, este cultivo no ha hecho sino incrementarse de manera exponencial hasta el presente.


El pinchudo Astragalus clussianus es una planta típica del  verdadero encinar de la Mancha

            Si se arrancan viñas, es para ir acabando con el cultivo de la vid en “vaso”, para reconvertirlo en “espaldera”, con riego y recogida mecánica. Se ahorra agua, en comparación con un campo de alfalfa o cebollas, pero el consumo de agua, en esta región tan seca, no ha hecho sino crecer a pesar de su ya antigua declaración como área hidrológicamente sobre-explotada.

Sin palabras

            La tecnificación y mecanización de las labores agrícolas ha hecho que, a pesar de una legislación protectora de los encinares, las encinas se vayan arrancando por estorbar. También los numerosos bloques de caliche de los cultivos, son desplazados de forma sistemática a los bordes y taludes de los cultivos, arruinando todas esas áreas marginales que son el último refugio de la vegetación autóctona. Incluso los mismos encinares, antaño muy aprovechados para pastoreo y caza, ahora sirven como aparcadero o almacén de mercancías, útiles o deshechos agrícolas.
         
Encinar acorralado por la agricultura. Melones abajo y viñas en espaldera al fondo

            En la Mancha toledana o madrileña existe una topografía algo más accidentada del terreno por el desnivel de la llanura manchega con la vega del Tajo y sus afluentes, creando rincones y vallejos en muchos casos poblados de encinas y, puntualmente, por quejigos. Pero en la Mancha más plana y monótona, apenas hay desnivel con el Guadiana y sus tributarios, por lo que el dominio agrícola es total y por ello, los encinares están en verdadero trance de desaparición.
  
En lo más seco y pedregoso del encinar aparece la pinchuda Astragalus clusianus

            El encinar de la llanura manchega ha ido desapareciendo de toda su área central, volviendo a aparecer, incluso generosamente en los extremos orientales de la Mancha, en el llamado distrito Xucrense (del Júcar), donde el elemento levantino de la vegetación se hace patente. Aquí aparece el encinar frecuentemente unido al pinar, tanto al pino carrasco, Pinus halepensis en el área más influída por el Júcar, como por el piñonero, en los suelos más arenosos. Pero el encinar del que voy a hablar es el que habita la parte más centro-occidental de la Mancha, el de la vasta llanura del Campo de San Juan y el más occidental, pero también manchego, Campo de Calatrava.

El asperón Lithodora fruticosa en el borde del encinar manchego

            Esta es una nueva entrega, (y van cuatro), de los ecosistemas del entorno del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel (PNTD) que no han sido incluidos, en su reciente y ridícula ampliación, aunque literalmente publiciten que ésta: “Incluye una excelente representación de un encinar sobre calizas y una representación de una dehesa manchega”. Tal representación es ínfima, apenas recoge varias hectáreas de encinar y varias más de una dehesa muy aclarada.


Este es el encinar incluido en la Ampliación del Parque Nacional: una franja así de ancha y de menos de un kilómetro de largo

          He recorrido ese encinar y apenas tiene un buen estado reseñable, ni una flora destacable, pues todo su borde superior es área de cultivos. Pero quien si tiene una gran riqueza florística, es una mancha de encinar mucho mayor situada más al oeste. También los escasos quejigos y grandes mestos (aquí son Quercus x senneniana, mezcla de quejigo y encina) de la zona que siguen quedando sin protección.

Del borde rojo hacia arriba, la ampliación de las Tablas para meter algo de encinar. En línea blanca punteada, parte de la propuesta que hicimos a Parques Nacionales para incorporar un encinar en condiciones.

            El verdadero encinar manchego no es el definido fitosociológicamente al principio, pues éste se describió en Guadalajara y el sureste madrileño. Coincide en mucho, por supuesto, pero las ligeras diferencias litológicas y climáticas con los encinares del centro de la llanura manchega, suponen variaciones florísticas, tanto en la presencia o ausencia de determinadas especies como variaciones en sus respectivas abundancias. Hoy dado la escasa presencia de encinares sobre calizas y su lamentable estado, es difícil definirlo con exactitud, pero después de muchos años y paseos, tengo bastante claro como debe ser.

La coronita Hippocrepis commutata muestra claramente la influencia caliza en los suelos

            El encinar en muchos casos aparece muy pobre en especies, siendo la encina la dominante en todos los estratos, con muy escasa presencia de otros arbustos. Esto es debido a que no son encinares antiguos, sino trozos de dehesas que se dejaron de cultivar y están volviendo a su naturalidad sin el “semillado” de toda la gama floral de un encinar antiguo.

Al borde de la reciente ampliación del Parque, un excelente y variado encinar, ideal para extenderse al resto de las dehesas

            Los encinares viejos, aunque pequeños y dispersos, se caracterizan por su riqueza florística en el estrato arbustivo, acrecentándose en el herbáceo. El encinar en su contacto con áreas más húmedas puede presentar quejigos, aparte de majuelos y rosales. Los arbustos más característicos son la coscoja Quercus coccifera, el espino negro Rhamnus lycioides, el torvisco Daphne gnidium, el jazminorro Jasminum fruticans y retamas Retama sphaerocarpa; y en los encinares mejor conservados abundan los aladiernos Rhamnus alaternus incluso llegando a ser sub-arbóreosalguna aliaga Cytisus scorpius y sin jaras, a no ser Cistus albidus.

El aladierno Rhamnus alaternus es fácilmente confundible con las mismas encinas

            En un estrato inmediatamente inferior están las matas y subarbustos, siendo abundantes las esparragueras Asparagus acutifolius, las efedras Ephedra nebrodensis, los asperones Lithodora fruticosa, las bolinas Santolina chamaecyparissus o la Artemisia herba-alba. En los más pedregoso y árido florece el pinchudo Astragalus clusianus y a pesar de haber dado nombre anteriormente al encinar castellano y manchego, el Bupleurum rigidum apenas aparece de forma marginal, pero sí lo hace y muy abundante su congénere B. fruticescens.

Bolinas y Bupleurum fruticescens forman el bajo matorral de los claros del encinar manchego

            Entre las plantas herbáceas, abundan los tomillos Thymus vulgaris, las zamarrillas Teucrium pseudochamaepytis, T. omphalodes y T. capitatum junto con diferentes tipos de jarillas como Helianthemum rotundifolium, H. ledifolium; la ruda Ruta montana; destacan las flores de la herradurilla Hippocrepis commutata, Prangos trifidaAritolochia pistolochia, las lechetreznas Euphorbia nicaensis y E. segetalis o de Coris monspeliensis, junto con las serrátulas S. pinnatifida, la Centaurea aspera o Plantago albicans. También aparecen, y he visto que en Flora Ibérica no están citadas para Ciudad Real, Coronilla minima y Thesium divaricatum.

Las estrañas flores de la Aristolochia pistolochia adornan el suelo en los claros del encinar

            Al norte, en la Mancha toledana y Madrid, son más abundantes los quejigares y ya hay otras especies que no llegan por poco, hasta aquí, como el espantalobos Colutea hispanica, Silene mellifera, Ononis tridentata, Cistus clusii, Salvia lavandulifolia, Ephedra fragilis o E. distachya.

Himantoglossum hircinum, una orquídea propia de terrenos calizos destaca por su tamaño al borde de Las Tablas

            La llanura manchega descansa sobre un sustrato paleozoico que asoma en pequeñas serretas en su interior y ya, de manera dominante, en Montes de Toledo y Sierra Morena. Estos materiales son de naturaleza silícea y su vegetación es muy diferente a la que vive sobre las calizas manchegas, pero en sus numerosas áreas de contacto, sobre todo en el Campo de Calatrava, existe una vegetación casi a medio camino entre la una y la otra. En estas áreas es mayor la influencia caliza sobre el sustrato silíceo que a la inversa.

La jarilla Cistus crispus tapiza los bordes del encinar en el Campo de Calatrava

            El encinar calatraveño, al contrario que el manchego se llena de jaras, destacando la pequeña Cistus crispus que llega a tapizar mayoritariamente sus suelos; también aparece la térmica Cistus monspeliensis, quedando la jara pringosa C. ladanifer y la aliaga Genista hirsuta, para las zonas del monte con menor influencia básica. Un comportamiento intermedio también lo tiene la escoba Cytisus scoparius.

Encinar de clara influencia extremeña (Pyrus bourgaeana y Cytisus scoparius) en Los Pozuelos de Calatrava

            Más al oeste el encinar se va tornando luso-extremadurense, ya es el mundo de la jara, es el encinar con piruétanos Pyro bourgaeana-Quercetum rotundifoliae sigmetum. Aquí ya ha desaparecido toda la influencia manchega, la de los suelos básicos. Solo quedan restos de plataforma caliza intercalada entre serretas silíceas y disecada por los ríos, entre el Jabalón y Los Pozuelos de Calatrava, con escasos restos de encinar manchego.

La proliferación de palomas torcaces durmiendo en las encinas, está llenando el encinar de olivos asilvestrados

            En la Mancha occidental prácticamente apenas quedan áreas de encinar, por eso son tan valiosas esas últimas manifestaciones en el entorno de Las Tablas. Aunque la mayor parte esté adehesado, a partir de las escasas áreas de monte y de una pequeña repoblación, sería fácil recuperar el encinar manchego con unas dimensiones decentes para poder hacer frente al futuro.

Ya en el campo de Calatrava algunos encinares se orlan de rosales, Dorycnium pentaphyllum y Cleonia lusitanica

        Prefiero pensar que por desconocimiento, esa lógica no parece haber calado en las mentes pensantes que dirigen nuestros Parques. Supongo que creen que para encinar ya tenemos Cabañeros (mayoritariamente en manos privadas), pero se trata de otro encinar, pues ya es el encinar luso-extremeño). En la ampliación realizada, apenas se les ha concedido importancia, a pesar de alabarlos tanto sobre el papel, aunque al ser dominante el viñedo adquirido, éste se ha repoblado de encina, retama y algunos arbustos mediterráneos.

Aguas abajo y fuera del PNTD un encinar-coscojar con ontinas Artemisia herba-alba, al borde del Guadiana

            No solo están esos encinares en el noroeste del Parque, también hay muy buenos retazos de monte en buen estado de conservación al este, rodeando los iniciales Ojos del Guadiana (Madara, Montearenas, etc.), la ampliación que en su día solicitamos desde la Asociación Ojos del Guadiana Vivos a los responsables del PNTD. Esperemos que el año que empieza nos traiga otra manera de valorar el medio ambiente y que se protejan esas últimas manifestaciones de una naturaleza que se nos escapa de las manos, ante tanta cortedad de miras de quien tiene los medios, pero no está dispuesto a gastar un duro o poner límites a la agricultura manchega para hacerla sostenible.