martes, 24 de junio de 2014

Los Bonales de la Puebla de Don Rodrigo


Hoy me ha invitado Valentín a dar una  vuelta por los bonales de su pueblo, los famosos bonales de Puebla de Don Rodrigo, cuyas mejores representaciones están protegidas bajo la figura de Microrreservas, algunos desde 2002 y otros con  posterioridad. Una figura de protección idónea para pequeñas y delicadas áreas con valores de gran importancia ecológica, no  solo a nivel local, sino nacional.

Teucrium fruticans recordándonos que estamos casi fuera de la meseta por el sur

Los bonales son pequeños pero completos ecosistemas hídricos debidos a la aparición de manantiales en la base de algunas laderas con  una  interesantísima vegetación  asociada a ellos. Son islas verdes en medio del secorro monte mediterráneo, con una  vegetación que incluso escasamente, encontraremos en la cornisa cántabro-pirenaica o en las cumbres del Sistema Central e Ibérico. Manifestando muchas especies las localidades más meridionales de su área de distribución.


Un arroyo pletórico de helechos reales

Los bonales son un ecosistema peculiar y representativo de la naturaleza en buen  estado de conservación del oeste de Ciudad Real, desde los Montes de Toledo hasta Sierra Morena, donde en los últimos decenios, su declive parece  inexorable. Son más abundantes en la zona central, a medio camino entre los dos macizos y en  sus confines occidentales, los más lluviosos al marcar un pequeño, pero pluviométricamente importante, escalón entre la penillanura extremeña y la sub-meseta manchega.

Serapias parviflora, una de la numerosas orquídeas de los bonales

Esta bonanza en  aguas, también ha sido la causa de su transformación o desaparición, a la vez que  punto vital, para el asentamiento del hombre en el territorio. Casi  se podría decir que la totalidad de los pueblos y aldeas de los Montes de Ciudad Real han tenido su origen en un bonal, incluso algunos asentamientos poseen este topónimo.

La extraña orquídea Limodorum abortivum en el quejigar cercano a un bonal

Valentín, buen experto en orquídeas y mayor aún en  setas, conoce todo este territorio al dedillo, él y sus compañeros y amigos del pueblo, a tiempo completo o parcial, tienen el buen juicio de valorar y apreciar las cosas buenas del campo; salen juntos siempre que pueden, a setas, a espárragos, a ver plantas poco comunes o a bañarse en las tablas del Guadiana y disfrutan su campo como en pocos pueblos he visto. Siempre que pueden quedan, se organizan, hacen una ruta por el monte o cerca del río y pocas cosas escapan a su curiosidad.

Escudriñando  el terreno en el borde de un manantial

Hace tiempo que ando detrás de una  orquídea muy rara, la Serapias perez-chiscanoi o serapia verde, Valentín me comentó que el cree haberla visto por estos bonales y vamos a echar un  vistazo y, de paso, ver si  han salido boletos. Nos  dirigimos a raña Maleta, una raña (las llanas y poco inclinadas peanas de las serretas de cuarcitas, formada por angulosos bloques de cuarcitas empastados en  una  matriz de arcillas y limos rojizos), con varios de los más célebres bonales de La Puebla.

Para Valentín estas láminas reticuladas lo identifican rápido: Polyporus arcularius

Ya de camino, para abrir boca, en uno de los arroyos iniciales se ven mirtos (Myrtus communis) algo recomidos por la caza y el ganado.  Los bonales se ven con claridad, porque al estar vallados, para protegerlos del pastoreo, se resalta el contraste entre esas zonas de lozana vegetación natural y los cultivados o pastoreados terrenos exteriores.

Una gran pasarela rodea una de las vejigas de un bonal

Al atravesarlos veo que la vegetación arbustiva está en un buen momento, destacando la escandalosa floración, porque nunca había visto tanta aulaga ratera (Genista anglica), ni tan alta, ni tan florida, aunque quienes dominan son los brezos, en una  amplia gama, aunque ya pasados los brezos blancos y los de arroyo (Erica arbórea, E. lusitanica y E. scoparia), empiezan a florecer los de turbera (Erica  tetralix).


La vegetación de los bonales varía mucho según su estado de conservación, de si han  sido  manejados para sacarles agua para algún abrevadero o para regar huertos, de si se encuentran muy pastoreados o si han sido levantados y arados; malgastados en una poco productiva superficie que se anega siempre que llueve algo más de lo normal. Del ganado o de la caza se protegen ellos solos pues siempre a su alrededor crece una espesa orla espinosa de zarzales, rosales y espinos, en muchos casos impenetrable.

Anthericum baeticum, una blanca joyita del borde de algunos bonales

Esa vegetación que los coloniza varía en función de la cercanía al agua, a su constancia y régimen, desde aguas quietas o “estagnantes” a corrientes. El monte mediterráneo de encinas, quejigos o alcornoques, en su transición comienza a llenarse de brezos, luego se hace demasiado húmedo para quercíneas, a no ser algunos quejigos, hay más madroños, algunos hediondos, como llaman aquí al arranclán (Frangula alnus), zarzas y helechos.


El brezo de turbera Erica tetralix

El paso a la vegetación más  propia del humedal llega por la mayor abundancia de hediondos  y sauces, aunque en los mejor conservados aparece el fragante arrayán de pantano o mirto de Bravante, un arbusto que podría tener una de sus mejores representaciones mundiales aquí, en el oeste de Ciudad Real. Este bello arbusto posee, para mi gusto, uno de los mejores aromas que jamás he olido. En las pocas zonas de centro-europa donde existe, un uso tradicional suyo es el de aromatizar la cerveza.

El arrayán de pantano o mirto de Bravante (Myrica gale)

El paso siguiente ya es la turbera, áreas cercanas al nacedero, cargadas de agua retenida por musgos y unos suelos formados por materia orgánica sin terminar de descomponerse. Aquí ya escasean los arbustos, quedando solo los especialistas en estos medios, como la genista ratera Genista anglica, el brezo de turbera Erica tetralix, y otra genista, más herbácea que arbustiva, la Genista tinctorea.

Las macollas más verdes son Carex lusitanica y las verde-grisáceas Molinia caerulea

En lo herbáceo, y con las raíces en el barro, aparecen los pajonales o masegares, grandes macollas de gramíneas adaptadas a estas humedades, por un lado las molinias (Molinia caerulea), de largas hojas acintadas, con macollas que pueden elevarse hasta casi un  metro por encima del barro o del agua; y la parecida, pero mucho más  verde y vigorosa, la gran cárice, (Carex paniculata subsp. lusitanica), aunque en arroyos más protegidos y sombreados, se ve la enorme Carex pendula; bajo ellas, a veces, aparecen micro-céspedes floridos como los de Anagallis tenella o Scutellaria minor o las acuáticas Eleocharis sp.,Callitriche, juncos y nano-juncos. También, menos dominantes, aparecen otras gramíneas norteñas, como Dantonia decumbens y otras cárices como C. echinata, C. distachya, etc .


Los musgos Sphagnos son las esponjas del bonal

En los puntos iniciales del manantial cuando  el estado de conservación es bueno aparecen las verdaderas turberas, suelos siempre húmedos con las permanentemente empapadas esponjas de musgos esfagnos, a veces creciendo tan apretadamente entorno al manadero, que los hacen elevar el punto de salida de agua por obstruirlo lateralmente con su espeso crecimiento, creando lo que aquí llaman “vejigas”, las llamadas turberas altas, acumulaciones turbosas en forma de montículos que pueden superar los dos metros de altura, pudiendo ser funcionales hoy , aunque la mayoría son relictas o heredadas.


Una vejiga de más de dos metros de alto, roedeada de una alta pasarela como atracción de visitantes

En estas zonas de esfagnos rezumantes es donde aparecen los verdaderos especialistas del bonal (en otras zonas: tremedales, toyas o turberas), aquí aparecen las plantas carnívoras: la drosera Drosera rotundifolia y la grasilla portuguesa Pinguicola  lusitanica, el algodonoso Senecio helodes y también rarezas norteñas como Rhyncospora alba o los raros helechos Ophyoglossum e Isoetes. En las pequeñas pocillas y arroyos iniciales flotan las hojas de los Potamogetum polygonifolius.

Hace pocos días parecía una Serapia perez-chiscanoi pero es una S. lingua bastante clara

Esta vez no va a ser, unas serapias que hace una semana aparecían casi blancas, ahora se muestran más rojillas, no es la serapia verde sino la más común, Serapias lingua, muy abundantes y con una  buena gama de tonos y formas. También vemos, casi sin abrir alguna  Serapias parviflora, pero no hay nada de la otra, aunque algunos amigos de Valentín, me dicen, tras ver varias fotos, que sin duda la han visto, y que tarde o temprano, darán de nuevo con ella. 


 Serapias perez-chiscanoi era exclusivamente extremeña y solo de la cuenca del Guadiana norte, hace  unos años apareció una  población al oeste de Toledo, y el año pasado se encontró otra cerca del límite con Ciudad Real. Aquí solo tenemos noticias de Jesús Víctor García y María Jesús Fernández, que en el blog de Arroba, hace tiempo dieron noticias de su hallazgo y unas fotos magníficas.

La auténtica Serapias perez-chiscanoi ciudarrealeña, foto de Jesús Víctor García

Tras  un  repaso a los primeros bonales y ver un manantial de aguas casi calientes, bajamos por el bosque, se ven muchas plantas semi-parásitas, las grandes Orobanches o jopos, al poco me muestran un buen rodal de una orquídea también semi-parásita, el Limodorum abortivum de bellos tonos violáceos y flor sin terminar de abrir (abortada antes de abrir).


Jopos (Orobanche latisquama) bajo el quejigar

En medio de la sequía de esta primavera, Colombia canta el hallazgo de un boleto en buen estado, ese fue el único que apereció ese día y  casi en  todo el resto de seca primavera. Es un placer ir con gente primero, con tan  buena vista y, segundo, tan  conocedero de la naturaleza de su pueblo.


  
El único Boletus que he visto esta primavera

 Vimos una virutas en el suelo, en seguida, se buscó el nido de un pájaro carpintero, y además por los bordes con plumón pegado, ya me dijeron, que no hacía falta asomarse, que tenía pollos. Al poco rato, al remontar un arroyo, un nido y por el tamaño y el lugar, sin duda de azor.


Remontamos un arroyo que recogía el agua de varios bonales y vimos que tenía un alargado bonal de ladera, casi imposible de andar, con bastantes genistas rateras, brezo de turbera y mirto de Bravante. El arroyo también gozaba de un ambiente húmedo y  sombrío y  pudimos ver más mirtos y helecho real (Osmunda regalis) en abundancia y bellas rarezas como Anthericum baeticum .

Nido  de azor, como siempre, cerca de un arroyo

 Pero lo más valioso de estos vallejos es la gran biodiversidad que acumulan, incluso en lo arbóreo, aparecen  los alcornoques, quejigos encinas y algún roble, mezclando sus correspondientes cortejos, de arbustos (jaras, genisteas y brezos), junto con todo lo higrófilo de bonales y arroyos.


Al fondo tonos grises del brezo de turbera (Erica tetralix) entre amarillos de Genista anglica en un bonal de ladera

Pero también me contaron de algún buen bonal recién desaparecido para crear un charca contra incendios (obra del estado) o una raña entera, como ésta, cuyos bonales habían sido arados no hace muchos años. A pesar de ser un Hábitat Prioritario y tener casi toda su vegetación protegida sobre el papel, todavía hay muchos bonales sin inventariar, sin proteger. No hacen falta muchas vallas o prohibiciones, solo saber lo que se tiene, cuidarlo mínimamente e impedir que nadie los destruya. 
Los bonales son, como decía D. Salvador Rivas Goday, "Islas Atlánticas en un Mundo Mediterráneo".