viernes, 22 de marzo de 2013

El Toledillo, una muestra del Valle de Alcudia




            Hacía ya unos pocos años que no pasábamos unos días en el Toledillo. Unos años que se han hecho eternos y que olían a final de una época y una manera de vivir el campo.
            El Toledillo es un quinto, una finca, una de los varios cientos de dehesas que junto con las fincas de caza de las altas laderas y los olivares al pie de ellas, conforman el valle de Alcudia. Tras un otoño e invierno lluviosos, si exceptuamos diciembre en que apenas llovió, el valle, como es conocido popularmente, no puede estar más verde, de hecho el pantano de Montoro ha tenido que abrir las compuertas para desaguar tras alcanzarse la cota máxima de su recrecida presa.

El pantano de Montoro en su nivel máximo

El valle de Alcudia no es exactamente un valle y si lo fuese sería el mayor valle de España, pues tiene más de 80 km de largo por unos 15 de ancho, quizás hace varios millones de años era un valle que vertía sus aguas por el oeste hacia un Guadiana más extremeño que manchego, pero desde entonces la erosión remontante del Guadalquivir poco a poco aserró una gran hoz o cañón en el río Jándula cortando Sierra Morena y sus estribaciones norteñas para acceder y desaguar toda la parte oriental del valle y otros del sur de la Mancha, creando un fuerte desnivel que fue profundizado todos los valles y vallejos al hacerlos drenar hacia la depresión bética. Esto creó una gran disimetría entre la parte occidental del valle, más plana y llena de enormes dehesas y pastizales de arroyos que inciden poco en la antigua penillanura y que drenan al Guadiana; y los fuertes desniveles que llenan de abruptos vallejos, hoces y riscales de toda la parte oriental del valle.

Dehesas de encina cubren casi todas las lomas del valle

Entre ambas sierras al norte y al sur  se extienden enormes dehesas y pastizales, con muy escasos cultivos de cereales y olivares en las laderas de la solana y cercanos a sus escasos pueblos (San Lorenzo de Calatrava, Mestanza, Hinojosas de Calatrava, Cabezarrubias del Puerto y el Alamillo). Recientemente el valle junto con Sierra Morena, ha sido nombrado Parque Natural.

El valle cerca del Puente de Alcudia, nombre de la zona divisoria de aguas Guadiana-Guadalquivir

Siempre que he estado en el Toledillo ha sido en grupo, compartiendo comidas a lumbre de leña y bebidas a lumbre de luna. Por mi mujer y ciertos rebotes familiares, siempre hemos estado unidos al Toledillo, al igual que otros amigos, familiares y co-propietarios de la finca, lo que ha llevado, y ya desde muy antiguo, a que alrededor de la casa nos hayamos movido una buena cantidad de gente de todo tipo y condición.


            Pero esto se interrumpió hace poco más de cuatro años, cuando se decidió el recrecimiento de la presa del Montoro, comenzaron las expropiaciones, la finca perdió más de una décima parte, la casa del pastor y, lo más importante de todo, su antigua casa que a pesar de quedar claramente fuera del alcance de las aguas, tras litigiar, fue expropiada. Entonces se acabaron las reuniones, las comilonas y el disfrute del campo, se fueron retirando los antiguos muebles reciclados y ya hubo quien se atrevió a pegar una patada a la puerta para ver si había alguna cosa de valor dentro. No sé si dieron por prácticamente arruinada la casa porque no la tiraron, pero en cualquier momento podrían venir con las máquinas a tirarla.


            Todo ha cambiado mucho, pero poco a poco han ido volviendo algunos muebles y como el alma de la casa, que es su enorme chimenea, sigue viva, hace poco decidimos reunirnos como en los viejos tiempos. El primer cambio ha sido la cercanía de una enorme lámina de agua de un Montoro en su máxima cota y desaguando. Este lluvioso invierno y con lo que ha jarreado estas dos semanas de marzo, han convertido el campo en una esponja pletórica de verde. No quiero ni pensar en la magnífica primavera que está a punto de reventar en cuanto salga el sol.


            La tradición colectiva del Toledillo viene de antiguo, de los tiempos de antes del pantano, de cuando en las ciudades aún no se había inventado el concepto de vacaciones. Aquí en el pueblo nada más acabar las fiestas de San Bernardo, nuestros ancestros, también amigos o familiares de los dueños, bajaban con caballerías o alquilaban los servicios de un camión, y cargados de niños, sacos de patatas, víveres, animales vivos y alguna caña o trasmallo, pasaban una temporada de descanso del bueno.

Preparando un cocido de puchero

       Antiguamente abajo no había pantano, discurría el zigzagueante Tablillas para reunirse algo más adelante con el Montoro. Hoy todo el paisaje que se divisa es de cientos de lomas cubiertos de encinares o pastos y algunas casas de fincas en lo alto de los cerros. Años atrás a este paisaje había que sumarle el sinuoso curso de los ríos y las huertas en los terrenos propicios, amén de algunos molinos en uso con sus azudes, puentes y huertas. Incluso en una vaguada frente a la casa del Toledillo había una famosa fuente agria a la que acudía la gente a recoger su burbujeante y curativa agua anaranjada.

Bajo estas aguas se encontraba la fuente agria, yo la conocí en 1995 al final de una fuerte sequía

            Todo esto cuando me lo contaban me sonaba como algo antediluviano, pero hace años cayó en mis manos un libro tan espectacular como descatalogado, se llamaba "Viaje al Valle de Alcudia" de Alfaguara, creo que es el primer libro de rutas y mochila editado en España. Es de un viaje que en 1964 realizaron dos intrépidos periodistas cruzando a lo largo de poco más de un mes el valle de Alcudia de un extremo al otro. El camino lo hacían en etapas cortas durmiendo en las casas de las fincas, chozas de pastores, molinos, minas, alguna pensión e incluso una noche en un calabozo. En el libro se habla de la vida en un valle que hoy suena a otro planeta, de las numerosas minas de plomo, con el gran pueblo minero de Minas Diógenes, con iglesia, tiendas, poblado y cuartelillo de la guardia civil; con mucha gente, pastores y carboneros viviendo en míseros chozos, con los molinos y sus moradores, sus ovejas y caballerías e incluso sus lobos y sus ceperos.

El río Montoro forma la hoz de Valdoro ( fondo derecha) al pasar de Sierra Morena al Valle de Alcudia

            De todo aquello que hablaba el libro, solamente quedan las ovejas y muy mermadas, pues se las sacaba dinero por la carne, los quesos y la lana, cuando hoy en día solo están por la carne, una carne excelente que tiene el mismo precio que hace quince años. De lo demás, lo que fueron los molinos y huertas están bajo el agua como la fuente agria. Ya no se cultivan cereales o legumbres y los olivos, solo presentes en las faldas de las dos sierras que cierran el valle por el norte y el sur,  continúan con muchas fincas abandonadas por los difíciles accesos y su escasa rentabilidad, lo que puede hacer que en cuanto mermen las subvenciones, los que están en la sierra de Valdoro, la del lado de Sierra Morena que cierra el valle por el sur, sean abandonados por no compensar los gastos de gasoil dada su lejanía del pueblo.


            El campo está que se sale, a punto de explotar y muy cercano de su zénit anual, pues se trata de pastizales de oveja, es decir majadales que tienen una fenología que alcanza su punto álgido ahora mismo, a comienzos de primavera, pues todo el valle tiene unos suelos muy pobres y con la roca paleozoica, quizás la más vieja de España, casi a ras de suelo y en cuanto comienzan los primeros duros calores primaverales se agostan y las ovejas y sus moradores tienen que emigrar a otros pagos.

Las ovejas son el alma y motor del valle que fue el invernadero de la Mesta, incluso aún existe, cercano a la moderna línea del AVE, el apeadero  de Alcudia-Veredas para el transporte de ovejas en tren

Aunque estemos en la región manchega, estamos en la provincia botánica Luso-Extremadurense, el pastizal está dominado por dos pequeñas y discretas especies, una gramínea, la Poa bulbosa y otra leguminosa aún más discreta, el trébol Trifolium subterraneum, ambos ahora en su mejor momento. Este es el óptimo de la dehesa, cuando comiencen los calores habrá otra explosión floral más vistosa con las compuestas (cardos y margaritas varias), pero menos suculento y diverso. Incluso éste es el momento, y este es el primer año que he aprendido a buscarlas, de las criadillas, las trufas blancas Terfezia arenaria. Es un comestible hongo subterráneo (hipogeo), que apenas si llega a remover o asomar un poco en la superficie del terreno. Viven en simbiosis sobre la Tuberaria guttata, la llamada "madre de las criadillas".

Apenas asoman las criadillas, rodeadas de las anchas hojas casi violáceas de las Tuberarias

Casi todas estas dehesas, en un altísimo porcentaje, se encuentran muy envejecidas y por debajo de su número ideal de encinas, esto se produce porque no hay renuevos, no se protegen del ganado a los pimpollos de encina y las que quedan se van avejentando o van siendo heridas por los rayos en una decadencia que, salvo en algunas fincas donde se han plantado y protegido con mallazo, está acabando poco a poco con las encinas del valle.

A pesar de la crudeza del calvero sobre roca, florece el lirio patita de burro Ginandriris sisyrinchium que apenas penetra en la meseta sur

En fin, unos días gloriosos, como una vuelta a un pasado no muy lejano que hemos podido celebrar aunque no sé por cuanto tiempo. Las comidas, siempre las tradicionales de aquí, cordero, cocido de puchero, arroz con gallo, asadillo, etc. Ha sido como una fiesta de la primavera, que este año tiene pinta de convertirse en una larga y continuada fiesta bien regada por los cielos.